Aunque muchas recetas comienzan con el clásico sofrito de ajo y cebolla, el orden en que se cocinan estos ingredientes puede cambiar por completo el sabor final de un platillo. La clave está en entender qué papel juega cada uno en la preparación y cómo su cocción afecta al resultado.
El ajo tiene una cocción mucho más rápida que la cebolla y se quema con facilidad, lo que puede provocar un sabor amargo si no se controla el fuego. Por otro lado, la cebolla necesita más tiempo para pocharse, soltar sus azúcares y volverse tierna y dulce.
¿Qué hacer entonces?
Si se desea que el ajo tenga protagonismo, se recomienda sofreírlo primero, en grasa fría y a fuego medio o bajo, cuidando que no se queme. Cuando empiece a dorarse y libere su aroma, se puede agregar la cebolla y continuar con el sofrito.
En cambio, si se busca un fondo de sabor más suave y dulzón, lo ideal es comenzar con la cebolla. También se pueden cocinar ambos al mismo tiempo para lograr un sabor más equilibrado.
El tipo de corte también influye: cuanto más triturado esté el ajo, más rápido se cocinará y más probable es que se queme. Por eso es mejor picarlo con cuchillo y no usarlo prensado si va al fuego solo.
En resumen, el orden entre ajo y cebolla no es cuestión de rutina, sino de intención culinaria. Elegir bien puede marcar la diferencia entre un plato aromático y uno con un sabor desequilibrado.