Tras un primer intento de vacunación parenteral, que tuvo escaso éxito, la introducción de la vacuna antipoliomielítica oral produjo un cambio radical y el número de casos cayó en picado. Hoy muchos padres jóvenes puede que ni sospechen la amenaza que supuso esa enfermedad infecciosa. Pero quienes contamos con algo más de «memoria histórica» recordamos las secuelas que dejó en alguno de nuestros compañeros de juegos.
Paradójicamente, «uno de los grandes ‘problemas’ de las vacunas es precisamente su éxito, que ha hecho posible que no convivamos hoy con enfermedades frecuentes hace dos o tres décadas», resalta eldoctorAmós García, jefe de sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública de Canarias y presidente de la Asociación Española de Vacunología. Y ese olvido puede llevar a padres jóvenes a no dar importancia a estos reforzadores del sistema inmune, coincide Marisa Navarro, pediatra y médico adjunto de la Sección de Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón: «A veces se decide no vacunar porque se ha perdido la sensación de enfermedad cuando deja de verse. Y padres, o incluso pediatras más jóvenes, que carecen de esa memoria, pueden llegar a pensar que la vacuna ya no hace falta».
El doctor García insiste: «A mí me gusta recordar que contra las enfermedades transmisibles nunca, nunca, nunca -repite para enfatizar- se puede bajar la guardia. Tenemos que seguir vacunándonos aunque ya no las vemos en nuestro medio, para evitar el riesgo de que vuelvan». Obviar ese consejo puede tener consecuencias graves, advierte la doctora Navarro: «Si dejamos de inmunizarnos frente a las enfermedades inmunoprevenibles, empiezan a aparecer brotes». El sarampión es un ejemplo claro. Y no es inofensivo. Se cobró la última víctima mortal en España, una mujer de 40 años, en 2011 durante un brote epidémico en Sevilla. Sin embargo, el brote más comentado fue el de Granada, en 2010, por la polémica que suscitó un grupo de padres del barrio del Albaicín que se negaba a seguir el calendario de vacunación con sus hijos.
La actitud de esos padres afortunadamente no es la norma. «Numéricamente no suponen un porcentaje alto de la población pero sanitariamente cada niño, y cada adulto, sin vacunar significa una oportunidad perdida para evitar muertes y secuelas», indica María Rosa Albañil Ballesteros, coordinadora del Grupo de Patología Infecciosa de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.
«España es un país con altas coberturas vacunales infantiles, superiores al 95% en primovacunación, lo que demuestra que la población es, en general, mayoritariamente favorable a las vacunas. No solo las aceptan sino que se interesan activamente incluso por las no incluidas en calendario y por tanto no subvencionadas», añade la doctora Albañil. Gracias a ello, esos brotes no han logrado extenderse mucho, indica el doctor García.
Aun así, insisten los tres expertos, no conviene confiarse, en especial en un mundo globalizado como el actual, en el que son frecuentes losmovimientos de personas que vienen de países con escasa cobertura de vacunación, y no necesariamente de los menos desarrollados sino de nuestro propio entorno europeo, resalta el doctor García. Ese trasiego de personas permite también que los patógenos traspasen fronteras con rapidez. Hasta el punto de que muchos expertos advierten de laposibilidad de un rebrote del sarampión en Europa.
Como muestra, el brote de Berlín, en febrero pasado, debido a unas coberturas de vacunación bajas, al parecer una práctica habitual en Alemania. El balance de nuevo se saldó con una muerte. La de un niño de año y medio sin vacunar. Y es que en ocasiones este virus se «acantona en el sistema nervioso. Es muy poco frecuente pero se puede reactivar y producir una encefalitis muy difícil de tratar», explica la doctora Navarro.
Práctica milenaria
Casos como estos evidencian que olvidamos cómo era vivir en un mundo sin vacunas (ver recuadro). Algo que, afortunadamente, empezó a cambiar a punto de acabar el siglo XVIII, en 1796, cuando un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, tuvo la arriesgada idea de inyectar en el brazo de un niño de ocho años, James Phipps, una muestra de viruelavacuna obtenida de la mano de una granjera. Jenner había observado quequienes estaban en contacto con vacas afectadas por la variedad bovina de esta enfermedad se contagiaban de una forma benigna, que luego evitaba que contrajesen la letal viruela humana. El pequeño James, que utilizó como conejillo de indias, mostró síntomas de la infección de viruela vacuna tras la infección, pero se recuperó.
Después, Jenner le inoculó la viruela humana y, afortunadamente, no mostró ningún síntoma de enfermedad. Su audacia tal vez estuvo alentada por prácticas que se habían utilizado en la India ocho siglos antes, denominadas «variolización», que llegaron a Occidente al inicio del XVIII. El éxito cosechado con el pequeño James animó a inyectarla a más personas a las que libró de enfermar cuando esta enfermedad causaba estragos en Europa e interrumpía dinastías reales.
Irónicamente, si esta forma de lucha eficaz contra enfermedades infecciosas surgió en Inglaterra a finales del XVIII, dos siglos después, en 1998, en el umbral del XXI, otro médico inglés, Andrew Wakefield,publicó un artículo en la revista «The Lancet» que desencadenó el rechazo a la vacuna triple vírica, al asociarla, sin evidencia científica, al autismo. Los artículos de réplica no se hicieron esperar. La acusaciones contra Wakefield eran graves: había falseado e inventado datos. «The Lancet» se retractó de la publicación y Wakefield fue inhabilitadopara ejercer la Medicina. Pero el daño ya estaba hecho. Desmentir un rumor es mucho más difícil que lanzarlo.
En Estados Unidos y Europa los movimientos antivacunas tomaron ese nefasto trabajo por bandera para emprender una cruzada, que aun continúa, contra esta forma de inmunización artificial. En España estos movimientos no tienen mucha significación en el conjunto de la población. Pero sí de forma local, al estar concentrados, como ocurrió en Granada, advierte la doctora Albañil.
Frente a esto, la preocupación suele ser precisamente la contraria: no disponer de vacunas. Prueba de ello es la polémica surgida con la de la varicela, retirada del sistema sanitario y de las farmacias. El ambiente electoralista parece que permitirá desbloquearla y de nuevo incluirla en el calendario de vacunación. Pero la salud no puede estar a merced de las campañas electorales.
En medio de esta crisis cada vacuna a incorporar supone una dura pelea, como ocurrió con la del neumococo, que finalmente ganó la batalla y ha de estar disponible en 2016 en todas las comunidades. «Una innovación importantísima», resalta el doctor García. Para este experto, deben ser criterios estrictamente científicos los que primen al decidir lo que se incluye en el calendario de vacunación.
Más vacunas disponibles
Afortunadamente «cada vez hay más vacunas para administrar», pero los apretados presupuestos sanitarios tienen dificultades para incorporarlas, señala la doctora Navarro. Sin embargo, no cabe ninguna duda de su beneficio a largo plazo, recuerda la doctora Albañil: «Enfermedades con alta mortalidad como la viruela, han sido erradicadas gracias a la vacuna. Y la transmisión de madres a hijos de la hepatitis B ha disminuido espectacularmente por este medio». Datos que no conviene olvidar, y que la Organización Mundial de la Salud recuerda a finales de abril, en la «Semana Mundial de la Inmunización», para fomentar el uso de las vacunas capaces proteger a las personas de cualquier edad. [abc]