Tendida en una cuna Amilia Taylor, apenas abultaba más que un teléfono móvil. Medía 24 centímetros y pesaba tan solo 280 gramos. Amilia nació en un hospital de Miami después de 22 semanas de gestación y se convirtió en el bebé más prematuro del mundo que sobrevive sin grandes secuelas, al menos detectadas en los primeros meses de vida. Casos tan sorprendentes como el de Amilia se cuentan con los dedos de una mano en la historia más reciente de la medicina, pero con cada nuevo caso se reabre el debate de la viabilidad de los prematuros, el límite entre el milagro y lo científicamente posible.
Ahora los resultados de una investigación estadounidense hacen plantearse de nuevo el dilema. Tras estudiar a 5.000 prematuros nacidos en 24 hospitales del país se demuestra que un pequeño número de bebés es capaz de sobrevivir entre las 22 y las 23 semanas si reciben los cuidados médicos más sofisticados, aunque la gran mayoría fallecía o salía adelante con graves discapacidades. Los resultados, que se publican en el último número de la revista «New England Journal of Medicine», pueden ayudar a médicos y padres a tomar una decisión antes de decidir si se deben utilizar todos los recursos y cuidados disponibles, por agresivos que sean: reanimación, respiradores artificiales, alimentación intravenosa... y arriesgarse a sufrir graves secuelas de por vida.
El estudio se realizó con prematuros de entre 22 y 27 semanas de gestación. Mostró que ningún bebé de 22 semanas lograba sobrevivir espontáneamente, sin ayuda médica. En los 78 casos de 22 semanas en los que se utilizaron todos los recursos, 18 salieron adelante. De ellos seis sufrieron ceguera, parálisis cerebral y sordera y solo siete lo hicieron sin graves secuelas. Son muy pocos, pero demuestra que es posible que un ser tan diminuto e inmaduro salga adelante.
Cuentan los días
Los niños que habían permanecido una semana más en el útero materno tuvieron mejores resultados. De los 75 que nacieron con 23 semanas de maduración, sobrevivió un tercio y la mitad de los que salieron adelante lo hicieron sin arrastrar grandes secuelas. En general, se deduce que es razonable ofrecer tratamiento activo a los padres cuyos hijos nacen a partir de esas 23 semanas. Aunque los médicos deben verlo caso a caso.
Además del tiempo de maduración en el útero, cuentan otros factores que influyen en la supervivencia. El sexo también importa y mucho. Las niñas son más fuertes y tienen más posibilidades de sobrevivir que los niños de la misma edad gestacional. También si proceden de un parto gemelar (a cualquier edad, los pequeños pesan más si son de un parto único) y si la madreha sido tratada con esteroides. Estos medicamentos ayudan a los pulmones de estos seres diminutos a madurar y se prescriben a las embarazadas cuando hay una amenaza de parto prematuro. Con ellos un bebé tiene más posibilidades de sobrevivir sano, aunque haya nacido tan pronto como la semana 23.
Vía | abc