Suele pensarse que los orígenes del miedo a los payasos se remontan a la célebre novela It (1986), del genial Stephen King, que narra en clave de terror las fechorías perpetradas por un payaso psicótico, que secuestra niños.
Sin embargo, la coulrofobia, es decir, el miedo tan inevitable como inexplicable a los payasos, existe desde hace cientos de años y, de hecho, es muy probable que Stephen King lo supiera muy bien, al momento de crear su historia.
Estudios publicados por el Instituto Smithsoniano, en Estados Unidos, aseguran que un dos por ciento de la población mundial padece esta fobia, que se origina paradójicamente en la infancia, cuando la figura de los payasos irrumpe en diversas ocasiones, con cierta frecuencia.
Sucede que el cerebro de los niños reacciona con susto natural a cualquier payaso. Es un personaje pretendidamente hilarante, que esconde una identidad tras kilos de maquillaje y ropa grotesca. La dualidad que representa, inquieta o incomoda a cualquier infante.
La característica mueca de sonrisa de los payasos, es especialmente perturbadora para los niños que atraviesan una instancia de su desarrollo en donde los gestos son fundamentales. Una cara con la sonrisa forzada por el maquillaje, genera estrés y la liberación de cortisol, o adrenalina, dos sustancias que dejan huellas.
El estudio revelado por la Universidad de Sheffield, asegura que a la gran mayoría de los niños ingresados a un hospital les asustan los dibujos de payasos que a menudo se exhiben en las pediatrías. En cambio, sugieren reemplazarlos por animalitos y fauna vegetal.
Para mayores datos, es notable que, desde principios del siglo XX, cuando se registró un pico en la actividad de los payasos, el oficio ha decaído francamente. Por ejemplo, el número de personas inscritas en la Sociedad Mundial del Payaso descendió drásticamente.
Mientras tanto, las poblaciones de artistas circenses más jóvenes, tienden a preferir diferentes disciplinas y el oficio cae poco a poco en desuso. [History]