Dientudo, a veces más largo que un caballo y más pesado que una nevera, el pejelagarto supo meter miedo en las aguas de ríos estadounidenses desde el Golfo de México, en el sur, hasta Illinois, en el norte, antes de desaparecer de muchos estados hace medio siglo.
Acosada por los pescadores y privada de sus sitios de reproducción, la criatura, con una cabeza de cocodrilo, cuerpo de pez y dos filas de dientes que parecen agujas, sobrevivió mayormente en tributarios del río Mississippi y del Golfo de México, al sur, tras ser declarada extinta en varios estados más al norte. Para muchos era algo anormal, enemiga de la pesca deportiva, que había que exterminar.
En la actualidad, sin embargo, es vista como un animal valioso y un aliado potencialmente importante en la lucha contra un intruso mucho más temido, el pez carpa asiático, que ha llegado casi sin oposición a los Grandes Lagos. Se ha puesto en marcha una campaña para llevar nuevamente al pejelagarto a los ríos de Illinois a Tennessee.
“¿Qué otra especie se puede comer esos pez carpa?”, preguntó Allyse Ferrara, experta en el pejelagarto de la Nicholls State University de Louisiana, donde esas especies son bastante comunes. “Hay que encontrar la forma de controlarlas”.
Al pejelagarto le gusta el pez carpa, que se ha estado expandiendo y privando de alimentos a otras especies nativas. Es mucho más grande que el pez carpa, que puede llegar a medir más de un metro (cuatro pies) y pesar 45 kilos (100 libras). Se sabe de pejelagartos de 2,5 metros y casi 150 kilos.
Los indígenas alguna vez usaron sus escamas en los extremos de sus flechas y los primeros colonos cubrieron las hojas de sus arados con su piel y sus escamas, que son muy resistentes. La creencia equivocada de que acababan con otros peces dio paso a campañas de exterminación en el siglo pasado. A menudo se les disparó o se los mató con dinamita.
“Se hicieron cosas horribles con este pez”, dijo Ferrara, agregando que hoy por hoy las empresas de pesca deportiva apelan al pejelagarto para combatir otras especias más problemáticas, como el pez carpa. “Pasa algo parecido que con los lobos: no comprendíamos el papel que desempeñaban en el ecosistema”.
El pejelagarto está siendo reproducido en lagos y ríos de varios estados, pero no está claro hasta qué punto puede controlar la propagación del pez carpa.
“Dudo que el pejelagarto sea la solución para el pez carpa, ni por asomo”, afirmó Rob Hilsabeck, biólogo de Illinois.
Otros piensan que el pejelagarto podrá combatir al pez carpa una vez que se haya establecido y que para ello podría ser necesario eliminar las barreras a su reproducción.
El pez carpa asiático se reproduce más rápidamente, pero el pejelagarto crece a alta velocidad. Pejelagartos criados en un lago de Illinois desde hace seis años miden ya más de 1,20 metros (cuatro pies).
Quinton Phelps, ecólogo de Missouri, dice que una forma efectiva de controlar el pez carpa es evitando que crezca y se pueda reproducir. Es allí que el pejelagarto puede marcar la diferencia.
“Podría resultar un arma muy buena, pero por ahora todo es una suposición”, dijo Phelps.
Un problema es que los pejelagartos pueden ser atractivos para los amantes de la pesca deportiva y ser pescados antes de reproducirse.
“Será interesante ver si los pescadores tienen suficiente integridad y desisten de pescar una criatura de siete pies (poco más de dos metros) y 200 libras (90 kilos)”, comentó Christopher Kennedy, supervisor de una empresa pesquera en Missouri. “Nos encantaría contar con una población que se autoabastece y que puede ser pescada”.