Para empezar, en el PRD los dos candidatos que luchan por la nominación han seguido caminos diferentes; uno, Andrés Manuel López Obrador, ha sido la negación completa a cualquier acto que no sea de la extrema izquierda y además se ha convertido en un bloqueador de políticas públicas que no sean las suyas. Su contrincante Marcelo Ebrard ha tratado de mantenerse a una distancia, sin romper con él, de manera que ha ido buscando una forma de adaptarse a las políticas públicas y como presidente de la Conago acaba de terminar una estrategia sobre seguridad nacional que es muy importante. En los seis días de esta aplicación, reportó que hubo 3,918 detenciones, 131 armas decomisadas, 1,258 vehículos robados recuperados y 712 mandatos judiciales cumplidos. De esa forma, como presidente de los gobernadores de este país, está apostando a una política totalmente diferente a la política que ha venido sosteniendo Andrés Manuel López Obrador, de cerrarse por completo a toda acción que hubiera tenido esa iniciativa fuera de la de él mismo.
Hablando del PRI, naturalmente se ve una de la campaña centrada en una personalidad y con más derroche de propaganda mercadotécnica: ha sido la de Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México. Con la posibilidad de promover su propia candidatura ha dado el apoyo a Eruviel Ávila como gobernador del Estado de México, tomando esta elección como una prueba de su gran popularidad. Pero Peña Nieto no va solo; en una reciente encuesta se vio que podrían derrotar a los candidatos de Acción Nacional y del PRD tanto Enrique Peña Nieto como Manlio Fabio Beltrones. Esto pone en igualdad de circunstancias a estos dos políticos. Hay dos alternativas para los priistas: o la personalidad manejada a través de los medios o, por otro lado, el político que ha presentado mayores alternativas a las reformas nacionales.
Esto tendrá mucho que ver en la decisión que tome el partido porque puede darse el caso de que el puntero no llegará a un feliz término basado solamente en instrumentos mercadotécnicos, sin tener una posición política muy clara o una acción política de renovación de las prácticas tradicionales. Y es que el PRI, con toda la presencia que tiene en estos momentos, tiene también un pasado que le estorba y eso ha alcanzado inclusive al presidente del PRI, al exgobernador Moreira, que en un momento dado estaba muy beligerante, pero cuando las acusaciones de corrupción se acercaron a su administración optó por un mayor silencio y una menor participación en los medios.
Queda Acción Nacional que tiene dos vías: una, la vía del apoyo presidencial ya que tiene un favorito, el secretario de Hacienda, y por otro lado un segundo favorito por si algo pasara, es el secretario de Educación Pública. Tanto Ernesto Cordero como Alfonso Lujambio han jugado su papel discretamente tratando de lograr el apoyo del presidente Calderón. El proceso ha sido muy parecido al de las épocas priistas, en que la decisión final estaba en manos del presidente de la república. Pero fuera del redil están también dos posibles candidatos, Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel, que buscan la nominación por fuera de la influencia presidencial y quisieran que la elección se hiciera abierta y no solamente con los miembros efectivos del PAN incluyendo a los adherentes. Ya que el PAN duro lo controla totalmente el presidente de la república.
Por otra parte, los partidos que se alían para mantener su registro no tienen realmente candidatos que salten a la vista sino que esperan que haya algún candidato fuerte en alguno de los partidos para adherirse y buscar la continuación de su registro.
Esto nos debe hacer pensar que los métodos tradicionales empiezan a tener mucho cuestionamiento especialmente entre los jóvenes. Por otra parte, los jóvenes no conocieron el PRI original y para ellos toda esta mención de lo anterior no es precisamente algo que los mueva a escoger sino posiblemente vayan a buscar la alternancia sea como sea. Puede suceder que el electorado opte por la alternancia a ultranza y deje atrás ideologías y capacidades.