La Comisión Estatal del Agua y Medio Ambiente es clara: el agua es el elemento que cubre más del 70 por ciento de la superficie del planeta, pero sólo una pequeñísima parte de ella, es agua dulce, representando menos del uno por ciento de la totalidad. Se la puede encontrar superficialmente en ríos, lagunas y lagos; subterráneamente en los mantos acuíferos.
Su explotación, manejo, uso y tratamiento para su reúso, son temas fundamentales inclusive de supervivencia.
El crecimiento poblacional en el mundo, la ineficiencia en el uso del agua, su desperdicio y falta de conciencia en su tratamiento, ha reducido dramáticamente en los últimos tiempos la disponibilidad media anual por habitante, de agua.
En Morelos, contamos con 7 cuencas hidrológicas, las cuales se recargan principalmente con las precipitaciones pluviales y por el escurrimiento del deshielo de la región volcánica.
La recolección y conducción de las aguas residuales, la construcción de plantas de tratamiento para lograr con ello su reúso, es política definida del gobierno en Morelos, para lograr y abonar en el proceso de saneamiento de cauces, ríos, barrancas y cuerpos de agua en general, para el bienestar de toda la población.
El organismo rector de León, Guanajuato, nos dice: Tratar las aguas residuales es un compromiso y una obligación con la ciudadanía y con el ambiente. Persigue dos objetivos fundamentales: disminuir las cargas contaminantes de las aguas servidas que se depositan en los cauces federales; y producir agua de reúso para riego agrícola, industria y servicios municipales, a fin de disminuir la presión sobre acuíferos y propiciar su recarga.
Expertos advierten que visto desde una perspectiva mundial, existe la capacidad inadecuada en el tratamiento de las aguas residuales, especialmente en países poco desarrollados. Esta circunstancia ha existido desde, por lo menos, los años 70 y es debido a la superpoblación, a la crisis del agua y al costo de construir sistemas de tratamiento de aguas residuales.
“El resultado del tratamiento inadecuado de las aguas residuales, ha propiciado aumentos significativos de la mortalidad (sobre todo) de enfermedades prevenibles; por otra parte, este impacto de la mortalidad, es particularmente alto entre los infantes y otros niños en países subdesarrollados, particularmente en los continentes de África y de Asia”.
En el año 2000, Naciones Unidas ha establecido que 2.64 mil millones personas tenían el tratamiento y/o disposición de las aguas residuales de un modo inadecuado. Este valor representó a 44 por ciento de la población global.
Una de las prioridades en el gobierno de Marco Adame Castillo, con el apoyo de la Comisión Nacional del Agua, es la limpieza de la cuenca del río Apatlaco y con ello, se ha privilegiado a otros espacios en el oriente y sur del estado.
Por eso, es grave y hasta atentatorio resulta, la actitud y decisión de presidentes municipales de abandonar las obras, que con millonarias inversiones aportadas por los gobiernos federal y estatal, en la contratación de grandes expertos para la construcción de plantas tratadoras. De nada sirven esos grandes proyectos, cuando una vez entregados a los ayuntamientos para su operación, son abandonados y simplemente ignorados.
Tan solo un ejemplo. Una planta que trata 25 litros por segundo, significan para la comunidad, 2 millones 160 mil litros al día, de agua limpia que se regresa a los cauces o podría servir para el campo, el riego o simplemente para no contaminar. Una planta abandonada, exactamente significa lo mismo en agua sucia, contaminada y entregada así a la población.
Hoy se debate en el Congreso –desafortunadamente correspondió a la actual legislatura- la necesidad de que se concesione a particulares la operación y mantenimiento de las plantas, y que sea el organismo rector –CEAMA- el que pague esta tarea. Por supuesto que es preciso el que en adelante, sea una obligación que quien construya, o un tercer experto, opere y mantenga estas estructuras de vitales.