El largo proceso a la democracia se inició con un acotamiento del poder presidencial. Los primeros esfuerzos eran por acabar con la República Imperial. Limitar al Presidente era un gran avance, pero al hacerlo, como no había instrumentos para limitar a los partidos políticos y sobre todo a los gobernadores que se convirtieron en señores feudales en las entidades federativas. Anteriormente los gobernadores eran una especie de virreyes, solo obedecían la voz de la Presidencia Imperial; sin embargo cuando se acotó el poder presidencial los gobernadores quedaron amos y señores de sus territorios y lo que había vivido el país con la República Imperial se hizo notar ahora en lo que pudiéramos llamar virreyes imperiales. Estos se convirtieron también en verdaderos señores de horca y cuchillo, Su impunidad se basa en el control absoluto de su legislatura, además de que ya que no tienen el freno del gobierno federal. Por tanto todo el poder se fue a los partidos políticos en lo nacional, pero en lo estatal el gobernador se volvió omnipotente ya que también imponía sus funcionarios de partido. Es decir, vino una involución del ejercicio del poder, dando ahora mucho más fuerza a los gobiernos locales que a la Presidencia de la República.
Esta es la razón por la que están brotando por todos lados los ejercicios fraudulentos de los fondos públicos en los estados. Los dos casos que a la fecha han sido descubiertos el de Yarrington y el de Abundis, pero no hay que olvidar el caso Moreira. Esto es solamente lo que asoma más a la superficie, pero sí es en serio la lucha contra la corrupción van a encontrar muchos más gobernadores y ex-gobernadores imbuidos en el proceso de corrupción y el ejercicio anómalo del poder.
A esto hay que agregar un proceso nunca antes vivido, por un lado las redes sociales democratizan en parte el proceso, pero al mismo tiempo se generan un movimiento anarquizante que estamos viendo aflorar después de la presencia de los jóvenes y su reclamo a los medios, ha habido también un serio giro hacía lo que podríamos llamar un violencia simbólica. Es posible que sean estos movimientos generados o no solamente tolerados sino hasta impulsados por algunos grupos políticos, pero el efecto neto es que el proceso que parecía tan sencillo se está complicando por este tono anarquizante que se viene dando durante el proceso de campaña.
Lo que sucedió en Querétaro fue el paso de lo simbólico a la violencia real; el ataque a una camioneta del candidato del PRI que realmente hicieron daño y la tapizaron con imágenes del ex presidente Salinas y pancartas insultantes, tratando de generar un sentimiento anti-Peña Nieto. Esta violencia desatada pudiera ser dirigida a cualquiera de los otros candidatos que se lo propongan, es decir es una fuerza intimidatoria que puede llegar realmente a un proceso trágico. A todo mundo impresionó mucho esa pancarta que sacaron en una de sus apariciones en que decían ¿Dónde estas Aburto, ahora que te necesitamos? Esto realmente está fuera de un proceso civilizado de campaña electoral, esto tiene en alguna forma que ser detenido o vamos a tener un proceso electoral muy violento.
Ya lo había considerado alguna vez Don Jesús Reyes Heroles que decía: “… no hay que despertar al México bronco…”. Los últimos acontecimientos nos hacen pensar que alguien lo está impulsando y el resultado lo que los mexicanos no queremos vivir: la anarquía. Si es el sistema de partidos lo que está provocándolo. Lo más cuerdo es cambiarlo. Quitar el gran poder de la clase política y regresarlo a la ciudadanía.
Las campañas para el Congreso de la Unión casi no se toman en cuenta, la mayor parte de los candidatos son desconocidos, parientes de algún político, o cartuchos quemados que ven el servicio público como botín. Las encuestas nos dicen que si gana el candidato del PRI lo hará con carro completo, pero sin personalidades reales que den esperanza de un cambio real. Y este nivel de gobierno es el que puede hacer los grandes cambios, porque solamente ellos pueden hacer cambios constitucionales, que es lo que necesita el país. Lo que significa que seguiremos atados a mantener una situación que se deteriora y que la clase política solamente cuida sus intereses particulares.