El crimen de los 72 ilegales evidencia la incapacidad del Estado mexicano para brindarles protección, bien sea a manos de grupos delictivos, como los Zetas, o de las mismas autoridades migratorias. Por lo que siendo sinceros y en aras de evitar futuras matanzas en el trayecto de la frontera sur a la norte del país, las ciudades mexicanas limítrofes con USA deberían ser declaradas zonas francas, es decir, para visitarlas que no sea necesaria la visa mexicana. De tal manera que si un centroamericano, sudamericano o caribeño deseara irse de ilegal a los Estados Unidos, tuviera la opción de comprar un boleto de avión desde su país de origen a cualquier ciudad fronteriza como Cd. Juárez, Reynosa, Tijuana, Mexicali, y de ahí internarse al vecino país.
Se puede argumentar que al ser ilegal no se cuenta con recursos para comprar boletos de avión, pero cuál es la sorpresa, que el único ecuatoriano sobreviviente de esa terrible matanza había conseguido 11 mil dólares para pagar su odisea desde el Ecuador a los USA, mientras que el costo de un boleto de avión de Quito a nuestro país de ida y vuelta se cotiza en $6986.00. Lo cual haría pensar que el costo de un boleto que sólo cubriera el trayecto de venida a una ciudad fronteriza mexicana no llegaría a los 500 dólares. Una opción que tendría el gobierno mexicano sería cobrar un depósito en garantía al que quisiera viajar a esas ciudades sin visa. De tal manera que si el ilegal logra su objetivo de entrar a USA, esa garantía la perdería; en cualquier otro caso, es decir, si es detenido por la patrulla fronteriza de los Estados Unidos, el depósito sería utilizado para pagar su repatriación; asimismo, los recursos que se recaudasen podrían ser usados para crear un cuerpo policíaco especializado y muy focalizado para proteger a los inmigrantes ilegales.
En la actualidad las ciudades fronterizas mexicanas ya operan parcialmente como zonas libres. Como prueba están las maquiladoras que pueden importar y exportar sus productos sin restricción y los cientos de comercios que importan productos extranjeros con impuestos preferentes, asimismo, tenemos los miles de cruces que realizan los ciudadanos de USA sin que se les pida documento alguno; sin embargo y paradójicamente a la mayoría de los turistas latinoamericanos se les exige visa, cuando lo más importante en las relaciones entre países lo constituye los humanos, y sin embargo es a lo que más trabas se le pone.
Para estas ciudades un programa de esta naturaleza sería muy benéfico, porque el flujo de migrantes estaría controlado. Adicionalmente, muchos ciudadanos del resto de Latinoamérica podrían viajar a esas ciudades para realizar compras de productos de USA o mexicanos, o simplemente para conocer esa parte de México sin el engorro ni los trámites burocráticos que representa sacar una visa. Si a usted le parece completamente inviable, haga la siguiente reflexión: si supiese que hay ciudades francas en Estados Unidos como pudieran ser Seattle, Minneapolis, Boston, Chicago, ¿las contemplaría como una opción a visitar?
Por último y no por ello menos importante, en el fondo las organizaciones criminales están enviando un mensaje muy claro, tanto a los inmigrantes ilegales como a los mexicanos: si se les solicita formar parte de su organización, tienen que hacerlo; en caso contrario serán asesinados. Si no se toman medidas realistas ante esta situación, veremos en el futuro inmediato a los inmigrantes formar parte de bandas criminales, las cuales a su vez extorsionarán a la sociedad mexicana y asesinarán ciudadanos que nada tendrán que ver con el crimen organizado o el narcotráfico. Al declarar a esas ciudades como zonas francas se tendrían ganadores y perdedores.
Ganadores: los migrantes, los mexicanos en general porque no se fortalecerán los grupos criminales, las aerolíneas que trabajen esos destinos, el sector productivo de las ciudades fronterizas, particularmente el turístico y comercial. La imagen de México en el exterior dejaría de deteriorase, lo cual tendría un efecto benéfico en el sector turístico nacional.
Los perdedores: los grupos mafiosos, las policías corruptas, los agentes de migración y la patrulla fronteriza en los Estados Unidos porque tendría más trabajo.
En conclusión, una política pública de este tipo logaría dos objetivos: reactivar la economía de las ciudades fronterizas y no permitir que se sigan fortaleciendo los grupos criminales. Otra opción que tenemos es pensar que la policía mexicana va a dejar de ser corrupta y se va a solucionar el problema… tristemente es lo más seguro que suceda.
Si se critica, se deben proponer alternativas. Estimados lectores nos vemos en este espacio el próximo lunes.