A raíz de la muerte de Arturo Beltrán, el “Jefe de jefes”, se quedó acéfalo el importante corredor Morelos-Guerrero, lo que desencadenó una guerra sangrienta entre dos facciones, una encabezada por su hermano y heredero natural Héctor Beltrán el “H”, quien cuenta con el apoyo del autodenominado Cártel de Pacífico Sur (CPS) que comanda Sergio Villarreal el “Grande”; la otra la encabeza Edgar Valdez Villarreal la “Barbie”.
Como en todo enfrentamiento hay dinero de por medio y el poder que éste brinda, por lo que el objetivo último es la victoria, pero al mismo tiempo esta guerra está imponiendo el terror, de tal manera que cuando haya un ganador, habrá implicaciones profundas para la sociedad en su conjunto.
El terror es la manera más eficiente de controlar una población, entre más miedo más control. Así, el ganador será amo y señor en estos estados, pero no sólo en la cuestión del narcotráfico, sino de todo, dispondrá de abundante dinero, un poderoso y victorioso ejército privado, de las corruptas corporaciones policíacas a su servicio, los medios de comunicación autocensurados, los políticos acobardados y una ciudadanía temerosa.
Primeramente, todo aquel que se dedique al narcotráfico en alguno o varios de sus eslabones, siembra, cultivo, cosecha, almacenamiento, empaquetado, trasiego, distribución y venta, deberá pagar un “impuesto” que se conoce como derecho de plaza o piso. Pero estos ejércitos mafiosos están compuestos por una diversidad de individuos que poseen armas y muchas necesidades económicas que cubrir, por lo que el siguiente paso natural y previsible es que se inicie la extorsión en un principio a actividades que tienen vasos comunicantes con el narcotráfico o que ellos mismos controlan, como son las prisiones, los secuestros, prostíbulos, cantinas, hoteles de paso, rateros y mal vivientes de poca monta, productores de insumos o servicios necesarios para el narco, por ejemplo hojalateros que hacen compartimentos especiales para transportar armas o droga.
En una segunda etapa y aparejado con varios asesinatos, la extorsión se extiende a empresas de seguridad, propietarios de rockolas, bares, discotecas, taxistas, loteros de autos; así, como una metástasis, llega a todas las actividades económicas del sector servicios, incluyendo restauranteros, hoteleros, prestamistas, abarroteros y comerciantes.
En la tercera y última etapa, el cobro llega a los agricultores exitosos o medianamente exitosos, así como a los industriales, para finalmente alcanzar también a los empleados y profesionistas independientes. Si por alguna razón alguien se les escapa o a pesar de pagar el “derecho de piso” progresa, están los secuestradores para quitarle una buena cantidad y dejarlo más aterrorizado, eso si tuvo la suerte de que no lo mataran. De tal manera que se va a generar un nuevo Estado dentro del ya existente, sin más restricción que la buena conciencia de los mafiosos, quienes por cierto no se destacan por sus nobles sentimientos.
Así, los ciudadanos se enfrentan al dilema de negarse a pagar, lo que desembocará en que los asesinen, o de plano exiliarse, con los costos que ello implica en el plano meramente administrativo, aunado a la dificultad de controlar un negocio a distancia, además de los gastos de mudarse de ciudad, agregando a esto la alta probabilidad que a donde se vaya también exista un grupo criminal que extorsione.
En la siguiente entrega se analiza y expone qué opciones tenemos como sociedad para enfrentar este problema.
Sin embargo, le anticipo que con la muerte de “Nacho” Coronel o cualquier otro capo, no se acaba la droga ni sus secuelas, ya que esta estrategia gubernamental es tan absurda como querer apagar un incendio con gasolina. Lo único que se logra es avivarlo, y si alguna duda queda, tenemos el caso de Arturo Beltrán, se le acribilló y para nada el problema se solucionó, más bien todo lo contrario, aunque el gobierno opine diferente.
Estimados lectores, inicia la temporada II de esta columna. Nos vemos en este espacio.