En unas obras de Sidi Gaber se ha encontrado por accidente, y a un puñado de metros del suelo, el sarcófago más grande hallado nunca en Alejandría. Es de granito negro, mide más de dos metros y medio de longitud y está aún sellado. No se ha abierto jamás en los más de 2.000 años que tiene.
Los científicos no saben qué habrá dentro, suponen que por su envergadura será la tumba de algún acaudalado ciudadano egipcio, pero su es raro que se encuentre aislado, sin una gran tumba llena de riquezas a su alrededor. Han decidido abrirlo.
Y por supuesto, la reacción de Internet ha sido pedir que no se haga. No, no y no. Niet. Nope.
I know how this one goes... https://t.co/KAEQcUWUmd
— Neil Gaiman (@neilhimself) 11 de julio de 2018
DON'T.
— BryanEdwardHill (@bryanedwardhill) 11 de julio de 2018
DON'T DO IT. https://t.co/jOLE4GmJaf
— ?アグレッサル [AggresSal]? (@salmattos) 11 de julio de 2018
Deseando que lo abran y se libere tremendo virus letal que estuviera ahí latente y acabe con la humanidad!! ? ? https://t.co/XNUxgS8DJ1
— Hija del tomate (@ShoutsandBites) 18 de julio de 2018
La maldición del faraón: es en lo que piensan millones de personas ahora mismo. “La muerte golpeará con su miedo a aquel que turbe el reposo del faraón", decía la inscripción de la tumba de Tutankamon que inició la arqueología egipcia moderna allá por 1922 de la mano de Howard Carter y aventura en la que murieron al menos ocho de los exploradores relacionados con su apertura (se cree que más) a lo largo de un par de décadas, algunas de ellas en extrañas circunstancias. Varios años después, se determinó que muchos fueron provocados por una bacteria concentrada por siglos en el sepulcro, claro que “bacteria mortal” puede ser perfectamente la forma en la que se manifiesta el conjuro endemoniado.
Un valle de muerte: los de Carter no estaban solos. Walter Brian Emery, otra de las figuras de la egiptología más reconocidas, murió trágicamente en 1971 tras años encargándose de las excavaciones de Sakkara. También un saqueador alemán cuya identidad no trascendió se enfrentó en 2007 a otra fiebre faraónica: robó una reliquia en el emblemático Valle de los Reyes, cerca de Luxor, y a su regreso empezó a sufrir unas terribles fiebres y fatigas que acabaron con su vida. Su hijo decidió entonces devolver el objeto para intentar dar marcha atrás al conjuro y que la maldición no se extendiese más.
Tenemos más que perder que ganar: sí, puede que descubramos tesoros y detalles que nos hagan aprender mucho de historia, más teniendo en cuenta que, tras décadas de saqueo, una tumba sellada es una rareza valiosísima. Pero, supersticiones aparte, también podría ser que con esta noticia estemos contribuyendo al reboot del Dark Universe o a una nueva entrega de La Momia, y nadie quiere eso.
La tumba de Alejandro Magno: se cree que la pieza pertenece al periodo temprano de los Ptólomeos, dinastía de faraones que gobernó entre el 305 y 30 antes de Cristo. Alejandro III fue, claro, el fundador de Alejandría. Murió en junio de 323 a. C. El tamaño del sarcófago, como han señalado, es de lo más inusual, y apunta a una figura importante. Si los cálculos de los expertos se han equivocado por un puñado de años, estaríamos ante el cadáver de una de las figuras más importantes de la historia.
Misión imposible: el gran sarcófago deberá ser levantado por una grúa y transferido a un sitio arqueológico para ser abierto y examinado. Se estima que el peso de este recipiente funerario sea de 30 toneladas, 15 de ellas sólo de la tapa.