Nadie puede predecir con certeza si el conflicto entre Rusia y Ucrania se extenderá. Sin embargo, si la crisis se agrava, tendría consecuencias a escala mundial. La inestabilidad desatada no sólo encerraría a la Unión Europea en un crisis energética, sino que también podría exponer al mundo a un escasez del suministro, además de disparar los precios de forma espectacular por el desequilibrio entre oferta y demanda.
El continente europeo no puedo prescindir de los gasoductos rusos de Gazprom a corto y medio plazo, incluso porque la producción de otras regiones del mundo no sería suficiente para compensar las importaciones de Rusia. Los gasoductos que maneja el Kremlin proporcionan hasta el 40% del consumo europeo de gas.
Vladimir Putin está mostrando un arma poderosa, capaz de disuadir a los europeos de reaccionar, o al menos de dividirlos, pero atemorizar al mismo tiempo a los países occidentales, que verían un alza inflacionaria aún mayor que la de los últimos meses.
Según los datos de Moscú, el 95% de sus exportaciones totales de gas son a Europa, de los cuales más del 90% se envía a través de gasoductos. A nivel europeo, este porcentaje supone alrededor del 40% de los suministros que reciben en el continente, una cifra muy elevada, que sitúa a Rusia en una posición de poder dominante y a Europa en una encrucijada. El continente necesita el gas ruso para abastecer a sus ciudadanos, pero al mismo tiempo debe defender la cohesión de la OTAN, un hecho que provoca preocupación en las cancillerías de la Unión Europea.
El asunto del gas afecta a toda Europa, pero de una manera especial a Alemania, y es que el país es el destino final del Nord Stream 2 (NS2), un gasoducto construido por el mar Báltico y controlado por la empresa rusa Gazprom, por el cual transportar gas directamente desde Rusia a Alemania, sin pasar por Ucrania.
El gas se ha convertido en un arma de doble filo, y es que mientras desde Alemania pueden presionar a Putin con el nuevo gasoducto, el líder ruso puede reducir las exportaciones a Europa mediante otras vías, en plena crisis energética y cuando ya parece que Moscú está racionando el suministro de gas a la Unión Europea. En pleno invierno, los depósitos están en los niveles más bajos de los últimos años, y el continente se plantea si podría dejar de depender del gas ruso.