El eco lejano de la artillería se mezcla con el tintineo de la gente reunida en torno a los pozos públicos de agua de Sloviansk, y rompe el tenso silencio en las calles casi desiertas de esta ciudad en el este de Ucrania.
Lo que queda de la menguante población de Sloviansk sale sólo -apenas unos minutos- para rellenar botellas en las bombas que son la única fuente de agua en la ciudad desde hace más de dos meses. Los combates entre fuerzas ucranianas y rusas cerca de la importante ciudad en la región de Donetsk han dañado infraestructura vital, y dejaron a los residentes sin gas ni agua hace meses.
Por ahora el agua sigue fluyendo, pero se teme que cuando llegue el invierno, la ciudad situada apenas a 12 kilómetros (siete millas) de territorio ocupado por Rusia enfrente una crisis humanitaria cuando las tuberías empiecen a congelarse.
“La infraestructura de aguas quedó destruida por los combates constantes”, dijo Lyubov Mahlii, una viuda de 76 años que carga 20 litros (unos cinco galones) de agua dos veces al día, desde un depósito público cerca de su departamento, y sube las botellas de plástico por cuatro tramos de escaleras ella sola.
“Cuando hay bombardeos y sirenas, seguimos llevándola”, comentó el domingo. “Es un gran riesgo para nosotros, pero ¿qué podemos hacer?”.
En la ciudad apenas queda un quinto de las 100 mil personas que vivían allí antes de la invasión. Hay intensos combates apenas a unas millas conforme las fuerzas rusas mantienen su ofensiva en Donetsk, que forma parte de la región industrial el Donbás, donde separatistas con apoyo ruso combaten contra tropas ucranianas desde 2014. Los residentes desafían los ataques para aprovechar la única fuente de agua que queda. Y las autoridades creen que las cosas sólo irán a peor cuando llegue el frío.
La gente llena sus botellas con bombas manuales o en depósitos de plástico en uno de los cinco pozos públicos antes de cargarlas hasta casa en canastas de bicicletas, carretillas e incluso carros de bebés.
En una conversación en su ordenada cocina tras uno de esos viajes, Mahlii contó que hierve parte del agua al menos 15 minutos para asegurarse de que es seguro beberla. El resto la utiliza para bañarse, lavar ropa y platos, regar plantas y cuidar de un perro callejero llamado Chapa.
Desde que su marido, Nikolai, murió de diabetes hace cuatro años, Mahlii comparte su apartamento proporcionado por el gobierno soviético con dos canarios amarillos y varias plantas.
El agua que había recogido llenaba cubos de plástico en todas las superficies planas de su pequeño baño, mientras la botellas vacías de plástico se alineaban en su pasillo. Una sopa de carne y verduras se cocinaba en un hornillo eléctrico para el almuerzo.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ordenó a finales de julio la evacuación obligatoria de toda la población de Donestk, y dijo que quedarse costaría vidas. Pero a pesar de eso y del terror que acompaña al agudo sonido de los cohetes que caen cerca de la ciudad, sin dinero para trasladarse ni un sitio al que ir, Mahlii tiene previsto quedarse en Sloviansk pase lo que pase.
“No quiero dejar mi apartamento porque alguien podría ocuparlo”, dijo. “No quiero marcharme. Moriré aquí”.
Otra vecina de Sloviansk, Ninel Kyslovska, de 75 años, recogía agua el domingo de un depósito en un parque para marinar pepinos al sol esa tarde. Dijo que la escasez había trastocado todos los aspectos de su vida.
“Sin agua, no vas a ninguna parte. Cada día tengo que cargar 60, 80, 100 litros de agua y sigue sin ser suficiente”, dijo. “El agua y el pan son sagrados y se lo han arrebatado a la gente. Esas acciones deberían ser castigadas, quizá no por nosotros, pero esperemos que por el juicio de Dios”.
Mientras llenaba sus botellas, Kyslovska dijo que en ocasiones evita bañarse para ahorrarse el viaje al parque, y a menudo lava su ropa en un lago cercano.
Ella culpó al gobierno local de la falta de agua corriente y se quejó de que Kramatorsk, apenas 10 kilómetros (seis millas) al sur, aún tiene agua en sus grifos.
Pero Oleksandr Goncharenko, responsable de la administración militar de Kramatorsk, dijo que incluso ese relativo lujo se veía amenazado por el invierno, cuando la temperatura cae a 20 grados Celsius bajo cero (-4 grados Fahrenheit).
“Todos esos pozos y bombas se congelarán”, dijo Goncharenko. Lugares como Sloviansk y Kramatorsk, que tampoco tiene gas, se han convertido en “rehenes de infraestructura destruida”.
Goncharenko dijo que Kramatorsk drenará las tuberías municipales que llevan a estructuras sin calefacción para evitar que se congelen y revienten, y que está “seguro al 99%” de que el servicio del gas no se restablecerá antes del invierno. Los cortes de luz y la falta de calefacción también podrían aumentar el riesgo de incendio cuando la gente intente calentar e iluminar sus hogares por otros medios, añadió.
Las autoridades ucranianas siguen tratando de convencer a los residentes que quedan en Donetsk para que evacúen, mientras el frente amenaza con desplazarse hacia el oeste y se acerca el difícil invierno.
Las autoridades en Kramatorsk tienen previsto construir más pozos públicos para surtir a la población que queda, pero Goncharenko advirtió que no se podía garantizar la calidad del agua. Es probable que ese agua se saque de gran profundidad, de modo que podría tener demasiado calcio y ser inadecuada para beber.
Mahlii no ha hecho planes de qué hacer cuando llegue el invierno, pero tras 47 años en su apartamento de Sloviansk, enfrentará lo que venga desde su casa.
“¡Sobrevivimos!”, dijo. “Sobrevivimos por cualquier medio”.