El 14 de septiembre del 2012 Banco de México reportó reservas por 161 mil 100 millones de dólares; por su parte la secretaría de Hacienda informó que al 30 de junio del 2012 la deuda externa neta del Gobierno Federal ascendió a 64 mil 69 millones de dólares. Pero naturalmente que todo adeudo tiene un costo. Así, en el primer semestre pagamos 1 mil 674 millones de dólares por intereses, comisiones y gastos, lo que hace prever que al final del año terminaremos erogando por este concepto alrededor de 3 mil millones de dólares.
Si pagáramos la deuda externa, aparte de ahorrarnos más de 3 mil millones de dólares anuales, tendríamos más libertad en nuestra política exterior, adicionalmente, sería una noticia nacional e internacional de tal impacto, que permitiría posicionar al país como una economía sólida, a diferencia de varios países desarrollados de la eurozona como España o Italia, o países emergentes como Brasil que está creciendo a tasas muy lentas, además nos quedarían reservas por más de 97 mil millones de dólares, superiores en 27 mil 489 millones de dólares a las reservas que había a finales del 2006 cuando Calderón tomó el poder. Incluso, hace menos de dos años y medio, el 9 de abril del 2010, las reservas totales eran de 96 mil 219 millones de dólares y en ese entonces se decía que eran robustas y suficientes para cualquier eventualidad, y aún así el monto de esas reservas abultadas, era inferior en 812 millones de dólares, a las que quedarían en la actualidad, si las autoridades de Banco de México decidieran pagar la totalidad de la deuda externa.
Los argumentos para negarse a pagar la deuda son varios, pero destacan tres:
El primero, ante una disminución de las reservas internacionales en el Banco de México, se corre el peligro de un ataque especulativo por parte de los inversionistas internacionales, lo que provocaría una devaluación del peso, pero generalmente esos ataques se dan cuando los especuladores perciben un país con problemas de finanzas públicas, abultado déficit comercial con el exterior y problemas de crecimiento. Ninguno de esos tres supuestos se cumple para México. Nuestro país tiene finanzas públicas sanas. El déficit fiscal del 2012 será de medio punto porcentual del PIB. El comercio exterior muestra cuentas externas manejables, si bien en julio se registro un déficit comercial de 427 millones de dólares, éste mejoró significativamente con respecto al mismo mes de hace un año, cuando alcanzó un déficit de mil 182 millones de dólares; además, el saldo de los primeros siete meses del presente año, presentan un saldo superavitario en 2 mil 863 millones de dólares. En cuanto al crecimiento, originalmente las expectativas del sector privado eran cercanas al 3 por ciento; sin embargo, han mejorado para ubicarse alrededor de 4 por ciento, a grado tal que la misma secretaría de Hacienda publicó "diversas corredurías internacionales recientemente también han revisado al alza su pronóstico de crecimiento económico para 2012". Finalmente, si hubiera un ataque especulativo y fuera exitoso, terminaría siendo una bendición para la economía nacional, con un peso devaluado y un dólar caro, los productos nacionales se abaratarían para el exterior, de tal manera que se haría más competitiva la economía nacional, registraríamos abultados superávit comerciales, lo que permitiría rápidamente volver a incrementar las reservas internacionales, pero sin tener deuda y con una ventaja adicional, y la más importante, el crecimiento de la economía sería más veloz. Adiós al crecimientos del 4 por ciento, lograríamos crecimientos cercanos al 6 por ciento y con ello, lo que tanto urge para la estabilidad social: mayor generación de empleo.
El segundo argumento, es que las abultadas reservas no se deben tocar porque permiten estabilidad, lo que a su vez implica una menor tasa de interés en la economía interna. Pero, hay varias cosas que se omiten: en México existe un oligopolio en el sistema financiero, de tal manera que la supuesta baja en las tasas de interés no opera automáticamente.
Más y mejor beneficio traería a la economía en su conjunto, invertir en el mejoramiento del sistema de impartición de justicia en materia mercantil, para que los juicios fueran rápidos, claros y sin corrupción, lo que también repercutiría en un descenso de las tasas de interés. Los recursos a invertir serían sólo una fracción de los 3 mil millones de dólares que se ahorrarían cada año de pago de intereses por no haber deuda.
Tercero y último, pero no por ello menos usado: Se argumenta que con una devaluación, se genera inflación, lo que hace subir el precio los productos nacionales y el supuesto beneficio competitivo del dólar caro desaparece. Pero eso, sólo es parcialmente cierto, cuando no erróneo. La economía es una ciencia: lo que se dice se debe probar. El mismo Banco de México, en noviembre del 2011 publicó un trabajo que concluye que los precios al productor se vean afectados y eso hasta los dos años y en sólo la mitad de lo que subió en el tipo de cambio, es decir el desliz cambiario tiene un efecto competitivo permanente de 50 por ciento y los precios al consumidor suben en sólo 40 por ciento de lo que se devalúa el peso. En conclusión, las devaluaciones sí generan un efecto de largo plazo en la competitividad de la economía nacional.
Por lo anterior, sería muy conveniente que se liquidara nuestra deuda con el exterior y el ahorro por el pago de los intereses se invirtiera, una parte en el aparato de impartición de justicia para hacerlo mejor y más trasparente, y el resto en la economía real para generar empleo.
Finalmente, si por haber pagado la deuda hubiera un ataque de los especuladores y provocará un desliz cambiario, sería benéfico para la economía nacional, ya que exportaríamos más, por lo que pronto recuperaríamos el nivel de reservas que hoy tenemos, gracias a los superávit comerciales y, lo más importante: creceríamos a mayores tasas, lo que redundaría en más empleo.
Ojalá las autoridades financieras decidan en beneficio de la economía nacional y no por dogmas de fe, que están beneficiando a nuestros acreedores internacionales y postrando a la economía mexicana a crecer a tasas pequeñas, cuando podríamos hacerlo arriba del seis por ciento anual.
Estimados lectores hasta el próximo lunes.