Esta Argentina no va a ser fruto de un iluminado que tiene todas las soluciones"
Mauricio Macri
Asumida la victoria de Macri, la única duda que quedaba por resolver era qué distancia lograba con su rival, un dato importante para saber con qué fuerza arrancaba su Gobierno en una situación económica delicada. Ahora se sabe que el margen es mínimo. El kirchnerismo perdió pero resistió con fuerza después del desgaste de 12 años de Gobierno. Los macristas atribuían este recorte final al éxito de la campaña del miedo que promovió Scioli en las últimas semanas y que hizo mella aparentemente en un parte de la población, sobre todo la más pobre. Scioli logró así ganar en la provincia de Buenos Aires, la más sensible a este tipo de mensajes, según los macristas.
Consciente de esa limitación, tanto Macri como su vicepresidenta, Gabriela Michetti, lanzaron mensajes de concordia a los que no les han votado. "Muchos hogares humildes están preocupados. Quiero decirles que no tienen nada que temer", aseguró Michetti. "Les pido a los que no nos votaron que se sumen a este cambio. Esta Argentina no va a ser fruto de un iluminado que tiene todas las soluciones. Eso no existe. Mi tarea es ayudarlos a encontrar el camino", aseguró Macri en un discurso con poco contenido político y centrado en la idea de "unir a los argentinos".
El entusiasmo de sus militantes, que hace pocas semanas no soñaban con esta victoria, era enorme. Las calles de Buenos Aires, la ciudad más macrista, se llenaron de coches que tocaban sus bocinas alegres. Pero Macri y los suyos forzaron una cierta contención a la vista de que el resultado era ajustado. La fiesta terminó muy pronto y aunque el candidato bailó, como es habitual, todo destilaba una voluntad de evitar excesos. "Este cambio no puede detenerse en revanchas ni ajustes de cuentas", remató el nuevo presidente de electo. Un mensaje claro de mano tendida al kirchnerismo. Macri está en minoría en el Congreso y el Senado y va a necesitar mucha negociación para gobernar.
El ganador reivindicó el origen emigrante de este país latinoamericano. Él mismo es hijo de un italiano que llegó a Argentina con 18 años y se hizo millonario. "Nuestros abuelos, nuestros padres cruzaron un océano en barco buscando una oportunidad, sin saber qué iban a encontrar. Nos toca continuar esa posta", sentenció. Macri, que arrancó su discurso con una larga lista de agradecimientos a su familia, colaboradores y amigos, incluida su secretaria, como si hubiera ganado un premio, terminó con un mensaje a los militantes: "Ustedes hicieron posible lo imposible. Pido a Dios que me ilumine para ayudar a cada argentino a encontrar su forma de progresar. Les pido por favor que no me abandonen. ¡Vamos Argentina!".
Mientras, Daniel Scioli reconoció la derrota y también pidió a Dios que ayude a Macri a encontrar el camino para ayudar a los argentinos. En un rasgo más de los muchos que acercan a estos dos políticos, ambos son católicos y practicantes y tienen una posición similar en contra del aborto incluso en caso de violación, por ejemplo. Eso sí, Scioli reivindicó al peronismo como el partido de las clases más pobres y aseguró que él va a "defender a los trabajadores". A su lado las caras de referentes del kirchnerismo como Carlos Zannini mostraban la desolación de la derrota. La mujer y la hija de Scioli vestían de negro, casi de luto. Es un golpe muy duro para quien ha controlado el poder durante 12 años y hasta hace un mes estaba seguro de la victoria.
En la noche electoral, Macri estuvo acompañado en Buenos Aires por Lilian Tintori, la esposa del preso político venezolano Leopoldo López. Esta presencia demuestra que Macri va muy en serio en su intención de pedir en la próxima cumbre de Mercosur, el 21 de diciembre, la suspensión de Venezuela como miembro de bloque por la presunta violación de la cláusula democrática que lo rige. Dependerá del resultado en las elecciones venezolanas del 6 de diciembre y de la actitud de Nicolás Maduro, pero es probable que esta sea su primera gran decisión internacional.
El cambio llegó a Argentina con una sensación de normalidad absoluta, sin denuncias de fraude, sin tensiones, y con una jornada soleada en la capital. Nada que ver con las primarias de agosto, cuando se votó después de una de las peores inundaciones que se recuerdan en la provincia de Buenos Aires y hubo denuncias de todo tipo. Todo apuntaba entonces a una victoria del oficialismo. Pero poco a poco Macri fue ganando terreno y Scioli perdiéndolo, en un ambiente de hartazgo del kirchnerismo que las encuestas no lograron detectar.
Macri logró forzar la segunda vuelta el 25 de octubre con un resultado inesperado — ganó por una distancia ajustada similar a la de esta segunda vuelta, 37% a 34%i— y desde entonces no ha parado de crecer mientras Scioli y el oficialismo cambiaban por completo la estrategia, a la desesperada, para intentar animar el voto anti-Macri y convencer a los argentinos, sobre todo a las clases populares, de que tenían que ir a votar para defender sus planes sociales y los derechos adquiridos en estos años.
Toda la campaña estuvo centrada en la idea de que con Mauricio Macri venía un cataclismo, pero el día en que realmente se votó, no pasó nada. Incluso Daniel Scioli, que durante tres semanas trató de convencer a los argentinos de que su rival es “un peligro”, se olvidó ayer de esa guerra e incluso trató de recuperar su amistad con Macri. Ambos eran amigos hace 30 años, pertenecen al mismo círculo de hijos de empresarios millonarios y son de la misma generación, pero en estos últimos días todo parecía roto entre ellos.
Scioli se encargó ayer de recordar que Macri estuvo en su boda y que él estuvo con su rival pocas horas después de que fuera liberado de un durísimo secuestro que sufrió en 1991. Tenían una amistad estrecha. Macri insiste en que Scioli ha sido “una gran decepción” por la campaña durísima que ha protagonizado en los últimos días. “Está lanzando la imagen de que soy una mala persona que va a hacer daño a su país”, se quejaba el jueves.
Esta batalla entre dos hombres de la élite económica del país, que vienen de mundos ajenos a la política —Macri del fútbol, como presidente de Boca Juniors, y Scioli de un deporte para millonarios como las lanchas fueraborda— ha llegado a su fin y Scioli busca la reconciliación e incluso habló de la relación de sus mujeres. "Karina conoce a Juliana hace muchos años y esas son las cosas que perduran, la política es una circunstancia", sentenció. Scioli trató de utilizar a su favor la figura del Papa, cercano al peronismo, y volvió a citar las palabras de Francisco: “Voten en conciencia”.
Y sin embargo, pese a esta aparente tranquilidad en un país de larga tradición democrática interrumpida por varias dictaduras en el siglo XX, el giro que da Argentina es notable. Sin solución de continuidad se pasa de 12 años de kirchnerismo, en los últimos tiempos girado a la izquierda, y una política económica heterodoxa centrada en un claro proteccionismo para mantener la industria local y los empleos y un control férreo de la venta de dólares, a un candidato como Macri ajeno al peronismo y al radicalismo que viene de la derecha y defiende posiciones liberales, aunque ahora se define como “desarrollista”.
El entorno de Macri asegura que él sabe a qué país se va a enfrentar y no va hacer un giro de 180 grados, que mantendrá un cierto proteccionismo y hará las reformas muy despacio, con acuerdo con los sindicatos. Pero lo cierto es que en el mundo económico se asume que vendrán curvas en los próximos meses. El país entra así en una nueva etapa que nunca había explorado, un gobierno ajeno al radicalismo y al peronismo que dominaron los últimos 70 años, aunque Macri tiene algunos componentes de ambos en sus equipos. | elPaís