Tetela del Volcán.- Con una bolsa de aguacates y una sonrisa, una pareja recibía a las personas que llegaban con víveres al barrio de San Bartolo, en la comunidad de Hueyapan, en este municipio.
En este poblado, el 60 por ciento de las casas (construidas en su mayoría de adobe) quedó colapsado como consecuencia del sismo que se registró el martes 19 de septiembre, a las 13:14 horas, con epicentro en el municipio de Axochiapan.
En la entrada principal de Hueyapan se encuentra un área recreativa, que fue acondicionada para recolectar la ayuda que llega de distintos puntos de Morelos y otros estados del país.
Un grupo de mujeres originarias de la comunidad indígena recibía los suministros; algunas de ellas guiaban a los morelenses y vecinos de otras entidades para que se trasladaran a los barrios y, de propia mano, entregaran la ayuda a los afectados: comida, ropa y agua.
Durante el trayecto, una mujer comentó: “Se cayó la casa, todo se deshizo, mis trastes, las camas: todo perdimos. Pero gracias a Dios ya llegó la ayuda”. En la calle principal de Hueyapan podían verse los primeros daños: una vivienda y un templo cristiano derruidos. Se escuchaba el ruido que hacían los hombres con los martillos para demoler las bardas que estaban a punto de caer.
Ellos eran vecinos del municipio de Cuautla, en su mayoría jóvenes que tenían la disposición de ayudar a un pueblo devastado por el fenómeno natural, cohibidos por la cámara que enfocaba sus rostros cansados, pero con una fuerza de voluntad que parecía inquebrantable a la hora de quitar las piedras.
En algunas de las víctimas sólo quedaron los recuerdos de ese patrimonio que durante años construyeron y que en pocos segundos el terremoto les arrebató.
Quizás nunca había sido tan visitado San Bartolo ni los barrios aledaños, pero en unos minutos la entereza de sus habitantes es de admirarse. A pesar de que eran pocos los víveres, ningún vecino se aprovechaba de la situación, todos eran compartidos.
La muestra de ello fue una mujer que caminaba por una de las calles más devastadas, donde estaba un grupo de personas que entregaba despensas.
Uno de ellos se acercó y trató de darle una bolsa con víveres, pero le dijo: “A mí ya me tocó ayuda; los de más arriba necesitan de su apoyo. Muchas gracias”.
Algunas personas que acudieron a apoyar manifestaron que el agradecimiento más grande que se llevaban era una bendición y un abrazo caluroso. Automóviles con las cajuelas llenas de despensas recorrían las vías; algunos conductores tenían en la memoria un pueblo hermoso, de clima fresco, con árboles de nísperos y aguacates.
"Tal vez perdimos nuestros hogares y pertenencias por el temblor, pero nuestro pueblo es inquebrantable; entre ruinas nos volveremos a levantar", comentó uno de los afectados, quien mostró su casa, que estuvo construida de abobe y el movimiento telúrico destruyó ese martes.