Seguimos:
Llegamos antes que el procurador Armando Sánchez Rosales al penal de Atlacomulco. No nos dejaron entrar. Arribó el desconocido funcionario (como el 96 por ciento de los funcionarios de alto nivel, llegados con él de la ciudad de México, sin recato alguno, auténticos fuereños, ni siquiera avecindados) y seguíamos afuera. El tema a tratar era algo que un servidor –la prensa de entonces, la local, no dio cobertura—hizo varios envíos a El Universal, en relación a la persecución, detención, tortura y consignación Jorge Luis Llópez que todos conocemos como “El Botas” –además pintor de buen nivel— y el paisano de Cuernavaca Víctor de Anda, ambos colaboradores del semanario “Le Mundo” de Andrés Alberdi Aburto.
En un acto perverso, Bejarano ordenó a la procuraduría que les fincara responsabilidades por estupro y violación de una supuesta joven. Se suponía que la denuncia tenía un fuerte aroma de poner orden entre la prensa. Era el año 1981 y no tardaba Bejarano en irse. A falta de capacidad y algún talento, a reprimir. Un comandante de nombre Aurelio Salinas Urrutia, supuestamente primo o hermano de la actriz Carmen Salinas, fue el encargado de detener a “El Botas” y a de Anda. Los tuvieron días en los separos torturándolos, con el objetivo de que señalaran a Andrés Alberdi. Este, enterado por algún amigo, salió con habilidad de su oficina y casa en Degollado, y se ocultó en la ciudad de México, desde allá publicaba desplegados en la prensa nacional para que se conociera la verdad y las intenciones de León Bejarano. Aseguran policías judiciales que la orden de Bejarano y el jefe policíaco Luis Villaseñor Quiroga era quitarle la vida. Y si lo hacían, pues todos ya sabíamos que contaban con esas malas capacidades o mañas.
Celadores y presos nos buscaban con recados o llamadas telefónicas; a “El Botas” y a Víctor de Anda los tenían en condiciones deplorables. “Llegaron en malas condiciones y aquí sigue el maltrato, tanto celadores, como judiciales que vienen de fuera, además dieron órdenes a los grupos de fuerza entre los presos que los tuvieran acosados”, nos dijo un celador—fuente.
Mientras, Sánchez Rosales quién sabe qué hacía adentro, en las oficinas administrativas y nosotros empujábamos y dábamos de patadas a la puerta principal. Finalmente nos dejaron entrar, nos acercábamos al área de entrada con la población, cuando vimos a dos celadores cargar como fardo a una persona, lo llevaban en malas condiciones a la enfermería. Era Víctor de Anda. Lo llevaban descalzo, sin camisa, con el pantalón hecho jirones, muy golpeado. Nos acercamos, le gritamos por su nombre y nos pidió que lo ayudáramos, que lo sacáramos de ahí, que nunca hizo nada, que adentro estaban golpeando a Jorge Luis Llópez.
Apareció de pronto con su escolta, el director del penal y policías judiciales, además del procurador Sánchez Rosales. Empezaron las palabras altisonantes, más de los reporteros que de él, los empujones con sus guardias. Finalmente entramos al área de población y la escena la tenemos presente hoy a pesar de los más de 30 años: Jorge Luis Llópez “El Botas”, estaba en el suelo, cuando menos cinco presos estaban pateándolo, y dos celadores cuidando el trabajo. Se nos abrazó desde el suelo y nos pedía anotar el teléfono de un familiar. “¡Por favor Javier, habla con él, que me saquen, no hemos hecho nada!”. Uno de los que dirigían la agresión, o cuando menos parecía el jefe del escuadrón, era un viejo conocido de las calles de Cuernavaca, Héctor Rodríguez Montenegro “El Montenegro”. Cuando se detuvo la agresión y cada uno de ellos se iba, nos acercamos a Héctor, le pedimos ayuda para los colegas. Hombre duro, Montenegro, hizo compromiso: “No hay bronca, los vamos a cuidar, pero habla con los celadores porque dejan entrar judiciales a torturarlos”.
Y de regreso sobre Sánchez Rosales. “Ve y dile a tu gobernador lo que acabamos de ver, cómo están los compañeros, coméntale todo”. No dejaban sacar fotos a Damián, pero “El Negro” Rojas grababa todo con su voz y la de los protagonistas. Pronto salieron del penal de Anda y Llópez. Eran inocentes, igual que Andrés Alberdi, que regresó a Morelos y el pequeño diario Opción, tituló sus diminutas ocho columnas: “¡Vuelve Alberdi!”, en tanto el diario más grande de aquellos días hacía eco a una parodia del actor León Bejarano con un espectacular: “El gobernador perdona a Alberdi”. Ahí están las hemerotecas, cuestión de revisar cuánto pasó en esos años para que la verdad aflore y en lugar de homenajes, los periodistas soliciten la intervención de la Sociedad Interamericana de Prensa o al tan de moda juez Baltazar Garzón, que solicite a alguno de sus colegas, que abran proceso a Bejarano por crímenes de lesa humanidad.
Les comento a nuestros lectores y al señor Jorge Ibáñez dos acciones que pueden ser el indicativo de la posición del que escribe contra el ex gobernador en los últimos treinta y tantos años:
1.—Con elementos en la mano, dossiers hechos por sus esbirros, y movimientos precisos del que escribe, Bejarano ordenó a su jefe judicial Luis Villaseñor Quiroga que nos sacara de la escena, era bastante su incomodidad. Un funcionario cercano a él, también del área de seguridad, enemigo de Villaseñor, nos mostró cada detalle. “Vete, porque estos cuates son puros asesinos, mientras que se enfríe el gobernador, está muy enojado y ya dio la orden”. Arreglamos los papeles de la esposa y los tres pequeños hijos en unas horas. Carlos Reynaldos lo pidió al hoy embajador de México en Finlandia, Agustín Gutiérrez Canet –entonces director de Relaciones Exteriores con don Jorge Castañeda de la Rosa--, que además nos auxilió en la embajada. La noche de ese día estaban ya en una ciudad texana, con familiares. Fueron varios meses. Aquí nos quedamos, no podíamos rendir ante un delincuente como era y es Bejarano, porque eso no se quita. Posteriormente nos tocó vivir de cerca como corresponsal en El Universal, su proceso, incluso algún día de esos, ante el MP del fuero común, se dirigió directo y dijo: “se ve que lo estás gozando”. No. Parecía que la justicia por fin se haría cargo de un bandido de altos vuelos. No fue así. Huyó a Costa Rica bajo la protección de su yerno, Rafael Ángel Calderón Fournier, entonces ministro de relaciones exteriores y años después presidente de ese país centroamericano.
2.—Casi anochecía cuando varios autos de la policía judicial llegaron al estacionamiento oriente del mercado “Adolfo López Mateos”, en la sección de las fondas. La Güera Frikas acompañada de su hija Angélica y la pequeña de esta Tatiana, que apenas contaba con un año, fueron llevadas a los separos de la policía judicial sin explicación alguna. No hubo tiempo de mucho porque los policías lo hicieron con engaños, primero dijeron a la jefa que viera si conocía a un detenido en una camioneta. La subieron. Y cuando la hermana se acercó, con todo y su hijita, las subieron también. Ya en las instalaciones de la PJ, las metieron a un separo, frente a un sujeto que tenía fama de peligroso, para llenarlas de miedo. Incluso dejaron abierta la reja. El peligroso detenido saludó a La Güera, le dijo el por qué esos mulas la tenían allí y comenzó a lanzar improperios a los policías que, se notaban, le medían. Afuera, el padre y los hermanos de este que escribe, nos esperaban para reclamarnos, que era culpa de los trabajos, a punto estuvieron de darnos una tranquiza. El jefe calmaba. No nos atendió nadie. Ahí esperamos que amaneciera. Nadie quería hablar. Cuando aparecieron la jefa, la hermana y la nieta. No había ningún reproche, entendía la mamá de un servidor. “Me dijeron que te dijera que dejaras de molestar al gobernador o le iban a subir. Yo creo que ese méndigo no merece respeto. Es tu trabajo y yo jalo contigo”. Lo mismo hicieron el jefe y los hermanos. “¿Y qué te dijeron el por qué te llevaban?”, preguntó el mayor de los hermanos. “Hazme favor, que me robé un reloj marca Casio y una señora me señalaba”. “¿Un reloj?, dijo sorprendido El Piteco. Y la mera jefa asintió. Salió el buen humor de Jara, el jefe; “seguramente fue su re loca madre”.
Y la sentencia general: “tú sabes si te rajas, le falta menos para irse y todos nosotros tenemos enterrado el ombligo aquí”. Y el grito de los carnales: “que tizne a su madre Bejarano”. Sí, en aquellos momentos nos adherimos: sí, que la tizne. Hoy, ya no, si le rinden homenajes que tienen que avergonzar a los que conocen la verdad de su gobierno, es por alguna razón poderosa o se hacen trajes a la confección de rateros que creen que la historia se pierde. De ninguna manera. Ratificado: Bejarano ha sido el peor gobernador en la historia de Morelos. A lo mejor eso le reconocen. Y ya estamos llamando al señor Ibáñez para echarnos ese café. Claro que sí.