Esta problemática radica, entre otros aspectos, en las condiciones en que el modelo educativo, especialmente el sistema de educación básica, ha venido funcionando desde hace varias décadas. El consenso entre los actores del proceso educativo, analistas, medios de comunicación y la sociedad en general, es que se requiere una reforma estructural de la educación.
Como se requieren otras reformas estructurales para el país (energética, hacendaria) para el nuevo gobierno que encabezará Enrique Peña Nieto, la educación tiene también que ser prioritaria.
Ojalá así sea porque los últimos resultados de Enlace (y de PISA en su momento) confirman que es necesario poner énfasis especial en elevar la calidad educativa en nuestro país.
¿Qué se necesita para detonar esta transición educativa? Ya hay bastantes líneas generales de acción en cuanto a lo que se requiere hacer. El decreto que establece la autonomía técnica y operativa del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) es uno paso en esa dirección, aunque requiere perfeccionarse. Es necesario concluir ese proceso de autonomía. También se debe revisar de manera integral los esquemas de formación y capacitación de los maestros, que obviamente son elemento esencial en la calidad de la educación a la que aspira el país. Es indispensable revisar, en el contexto internacional, el monto y la calidad de los gastos que se llevan a cabo por los distintos niveles de gobierno entorno al alumno.
Nuestro país gasta menos en losa alumnos en relación al Producto Interno Bruto, que ningún otro país de la OCDE y por eso se requiere una mayor calidad en el gasto público y replantear las bases del federalismo educativo.
A pesar de que se inició hace de veinte años un proceso de descentralización de nuestro sistema educativo, este proceso quedó trunco y se ha vuelto demasiado complejo para la operación, tanto administrativa como presupuestaria, y aun en el diseño mismo de la política educativa.
Con base a estos ejes, que se han venido trabajando no sólo por el gobierno federal, sino también por varios gobiernos estatales de avanzada y el propio magisterio (en torno al SNTE), hoy necesitamos un replanteamiento de la política educativa.
Adicionalmente, es necesario que el país cuente con una plataforma tecnológica para la educación. Y en este campo no ha habido continuidad; por el contrario, ha habido proyectos abortados o abandonados. Por simple que parezca, se requiere contar con un plan de corto y largo plazo que trascienda los ciclos sexenales. Lo han hecho Corea y varios países europeos y algunos en América Latina como Panamá, Uruguay, la provincia de San Luis en Argentina, donde se ha logrado una conectividad total de su población a internet. Este plan debe introducir a los alumnos, a los maestros y al sistema administrativo que dirige a las burocracias estatales y federales a los nuevos flujos de información y del conocimiento.
Un sistema de tecnología que se empieza a construir paso por paso a lo largo del próximo sexenio y que sea una plataforma para la integración plena en el ámbito tecnológico. Hay que trabajar en varias vertientes en el largo plazo pero no podemos seguir esperando que el siglo XXI trascurra a la velocidad que va sin que México se sume a un esfuerzo mundial para mejorar la calidad de la educación.