El contador dirá que fueron seis goles, pero pudieron ser más. México disparó 24 veces a la portería de la selección de Cuba, que entre el amateurismo y la inocencia sirvió para alimentar las esperanzas del Tri en la Copa Oro.
México cumplió con su deber en una noche en Chicago que funcionó de carnaval para olvidar los siete juegos que tenía sin ganar. No es culpa del Tricolor que Cuba llegara a este duelo sin seis jugadores que no pudieron viajar a Estados Unidos todavía, con un desertor antes de iniciar el torneo, ocupando a un portero sustituto, que dicho sea de paso y aunque suene contradictorio lo hizo bien y sin entrenador en el banquillo.
Los chicos de Miguel Herrera solventaron el duelo sin despeinarse, pero con infinidad de fallas ante el marco enemigo, algunas increíbles. Tres goles de Oribe Peralta fueron parte del concierto, más las anotaciones de Carlos Vela, Giovani dos Santos y Andrés Guardado, colocaron el contundente marcador con el que el Tri impuso su autoridad ya sabida, ante un rival menor.
Y entre otras cosas, México se portó solemne, porque aunque con todo a favor y el resultado abultándose cada vez más, tomó en serio el partido que le sirve únicamente como un entrenamiento extra, pues conforme avance el torneo, la exigencia irá incrementando.
México, atendiendo a la Concacaf, puso el cuadro de lujo en el terreno de juego, aunque el rival no lo ameritara. Sólo Giovani arrancó en el banquillo para darle paso a Oribe Peralta.
El delantero de las Águilas no celebró con efusividad los goles, producto de la facilidad con que los hizo.
Antes del minuto 12, el Tri ya había errado ocho disparos a gol y aquello parecía encaminarse a una serie de errores ante el arco digno de un programa chusco de videos.
Pero llegó Oribe Peralta para poner orden. Anotó el primero y entonces comenzaron a caerse los tablones del barco cubano. Apareció Carlos Vela, otra vez Peralta y Andrés Guardado que de cabeza hizo el cuarto gol antes del descanso.
Guardado y Vela también se hicieron presentes en el marcador
Sin bochornos porque Cuba no existía en el campo, el Tri encaminó el encuentro bajando las revoluciones y se pasó a buscar la perfección en el pase, cosa que le sigue fallando bastante el equipo de Miguel Herrera.
En el segundo lapso vinieron dos goles más, de Giovani dos Santos que entró de cambio por su hermano Jonathan sin que todavía puedan jugar juntos un partido oficial para México, y otro más de Oribe Peralta.
Cuba, desgranado desde que sus jugadores no mostraron siquiera fondo físico, fue un fantasma que apenas inmutó a Guillermo Ochoa que no manchó ni las calcetas del uniforme.
La gente, que lo que quiere para perdonar son goles, tuvo un repertorio para elegir el que más le haya gustado. De los seis, sobresale la definición de Carlos Vela y el olfato cazador de Oribe Peralta, en un partido que, más bien, fue un recreo divertido.