Pese a todo, nuestra depreciación estuvo abajo del 6.8 por ciento del peso argentino, del 2.9 por ciento de la lira turca o del 2.5 por ciento del peso colombiano.
Este breve lapso de 2016 es un ejemplo de lo que hay que esperar a lo largo de los próximos meses: alta volatilidad.
Si se cumplen los pronósticos de los expertos y el tipo de cambio termina el año en 17.33, de acuerdo a la información que este año se ha entregado a Bloomberg, habrá un tipo de cambio que prácticamente no se habría depreciado en términos reales respecto al cierre de 2015, pero si la comparación es contra diciembre de 2013, la depreciación real es de 21 por ciento.
Sólo para contrastar, entre diciembre de 2007 y el mismo mes de 2009, en los años de la gran crisis financiera, la depreciación real de nuestra moneda frente al dólar fue de 9.1 por ciento.
Es decir, en términos reales –debido a la baja inflación que hay en México– estamos frente a uno de los episodios de devaluación real más importantes de la historia reciente.
Cuando se habla de depreciación de la moneda se piensa a veces que se trata de una mala noticia. Sin embargo, la historia demuestra que no es necesariamente así.
Tomemos el ejemplo de 1995 y años subsiguientes.
El tipo de cambio del peso frente al dólar se depreció en términos reales entre 1993 y 1997 en 20.3 por ciento. Aunque la depreciación nominal fue mucho mayor, también lo fue la inflación.
Pese a la grave crisis que tuvimos en 1994-95, el PIB de la industria manufacturera creció en 4.2 por ciento promedio anual entre 1993 y 1997.
A este resultado contribuyó sin duda la entrada en vigencia del TLC de Norteamérica a partir de 1994, pero también la existencia de un tipo de cambio competitivo.
En la coyuntura actual podemos estar en una circunstancia parecida.
Ya se dio a conocer ayer que el 4 de febrero será la firma del TPP en Nueva Zelanda y se estima que la ratificación se realizará a lo largo de este año para entrar en vigor probablemente en 2017.
Con un tipo de cambio competitivo, la industria mexicana, en especial la manufactura, podría dar un jalón adicional durante los próximos años, semejante al que ocurrió tras la firma del TLC.
Una fuerte depreciación de nuestra moneda es altamente nociva para el conjunto de la economía cuando implica la detonación de un proceso inflacionario. Pero si no es así, es algo que quisieran muchas naciones para poder darle dinamismo a sus economías.
México puede estar ante una de esas oportunidades que se presentan pocas veces en la historia si logra combinar la coyuntura del nuevo acuerdo comercial de gran escala, el tipo de cambio competitivo y las reformas que pueden abatir costos para incrementar la productividad de las manufacturas.
Sé que a muchos, sobre todo en los estados fronterizos, les cuesta el dólar caro; así como a los importadores.
Sin embargo, para el conjunto de la economía –para la mayoría del país– hay una oportunidad que no debe desperdiciarse.
Opinión: Enrique Quintana en El Financiero
Twitter: @E_Q_