La esperanza de vida se incrementó en 1.1 años. Y los conceptos de existencia, bienestar, amor y sexo viraron. Hoy, cada día, en promedio, los jueces reciben 35 mil casos, a veces por demandas de divorcio, a veces por cuestiones relativas a esa figura jurídica como la custodia de los hijos. No es nada fácil. En el camino hay fantasmas permanentes. El miedo al futuro, el dolor en el presente y la desesperanza por todo son los más señalados en los consultorios y en los despachos de abogados. Porque el divorcio encarna un trauma inevitable. Pero también una esperanza de otra vida.
Frente al edificio de Bellas Artes o alrededor de la Plaza Juárez de la Ciudad de México, las filas para ingresar a cualquiera de los 42 juzgados de lo familiar del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF) son una crónica fiable de un cambio de cifras observado en México desde 2000, cuando cambió el siglo: el incremento del divorcio en México. Como lo indica el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), mujeres en sus 37 años y hombres en sus cuarenta acuden ante los jueces para disolver sus relaciones de amor que años antes habían concretado en matrimonio. Cada día, en promedio, los jueces reciben 35 mil casos, a veces por demandas de divorcio, a veces por cuestiones relativas a esa figura jurídica como la custodia de los hijos, a veces por la disputa de bienes.
Con su pesada carga –una de las mayores del mundo, según sus propios datos-, estos juzgados se volvieron microcosmos del repunte de la fractura del amor. Cuando cambió el milenio, las parejas mexicanas empezaron a separarse ante jueces con una tasa anual promedio de 5.8 por ciento cuando en 1990 esa cifra era de 4.3. No se trata de una Estadística fría y que sirva sólo como medición de un cambio. Psicoterapeutas, sociólogos y abogados reconocen que la incidencia del divorcio en México se debe a la gestación de nuevas formas de relaciones y una mayor capacidad de los mexicanos para romper vínculos malos, lo que ocurre tanto en parejas homosexuales como heterosexuales. A ello se añade la emancipación de las mexicanas. Aunque aún con sombras en la equidad de género, la presencia femenina en los centros laborales como en el poder gubernamental influyó como un factor en el crecimiento de la separación legal.
En 2000, en México, no sólo la alternancia política interrumpió los 71 años que llevaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder. Los conceptos de existencia, bienestar y amor viraron en mucho porque la esperanza de vida se incrementó. El Inegi dio 77 años para las mujeres y 72 para los hombres. Para ambos géneros era de dos años menos. Después, un estudio de la Universidad de California, advirtió que la violencia generada por la Guerra contra las drogas en 2006, tiró tal expectativa y le restó cinco años. Pero el divorcio continuó con su ritmo. Y cuando llegó 2013, más de 108 mil parejas mexicanas pusieron fin a sus matrimonios sólo en ese año, lo que alcanzó el pico más alto hasta ahora en las cifras del Inegi. Se trata de un panorama que para los especialistas consultados ya no tiene reversa.
ES ASÍ: EL DIVORCIO ES UN TRAUMA
Porque en este camino hay fantasmas permanentes. El miedo al futuro, el dolor en el presente y la desesperanza por todo son los más señalados en los consultorios y en los despachos de abogados. El divorcio encarna un trauma inevitable. Martín García Beltrán, fundador de BuenDivorcio recibe en una oficina del Centro Histórico de la Ciudad de México. De las paredes cuelgan litografías de El Quijote. Ha completado más de una década en la atención a casos de separación no sólo en el ámbito legal sino emocional. Su oferta para sus clientes incluye un “coaching de vida” y no sólo la asesoría y el trámite legal.
El abogado no logra separar las palabras divorcio-trauma. “El divorcio siempre resultará traumático. Es un shock, una ruptura, una pérdida. Si las pérdidas se ponen en orden de nivel de gravedad, primero está la muerte de un ser querido y en segundo lugar, el divorcio. Y es que los seres humanos decimos, puse en tus manos mi vida. Mi proyecto está en ti. Grave error, pero eso es lo que pasa”, expone.
Si se consideran las cifras, son miles de mexicanos que han pasado por este pasaje. El año pasado al TSJDF ingresaron 280 mil 786 demandas de divorcio a los juzgados. Arieth de la Torre, especialista en Derecho Familiar en Despacho Ortiz Rubio Legal, expone que esta saturación de trabajo vuelve aletargado al proceso de divorcio y entonces, más traumático de lo que por sí es. ¿Qué le espera a estas personas? ¿Viven la experiencia en lo individual o puede decirse que la sociedad misma la padece? La psicoterapeuta Teresa Díaz de la Universidad Panamericana responde que todo sucede “una era de malestar amoroso”. Describe el problema de manera gráfica: “La gente llega desolada porque atribuye a la pareja o a ella misma el fracaso de la relación”.
Teresa Díaz explica sobre lo primero que escuchan de ella esos pacientes. “Lo primero que hago es contextualizar. Las cosas han cambiado tan rápido y en tan poco tiempo. Todo lo que la humanidad cambió en millones de años ocurrió en el siglo XX y la primera década del XXI. Es decir, en 110 años. El ser humano está parado en una realidad nueva a través de la tecnología, los derechos humanos, la situación de la mujer y los avances científicos. Hay, de repente, otra manera de abordar y ver la vida”.
Asesorado por Félix Palavicini y Luis Cabrera, en 1914, el entonces Presidente Venustiano Carranza expidió la Ley del Divorcio Vincular. Desde entonces, los mexicanos pueden divorciarse. En total, en en el país hubo 21 causales de divorcio contenidas en el artículo 267 del Código Civil Federal. Algunas eran, entre otras: el adulterio, el hecho que la mujer diera a luz a un hijo concebido antes de celebrarse el contrato, la propuesta del marido para prostituir a su mujer, la incitación o la violencia hecha por un cónyuge al otro para cometer algún delito; padecer sífilis, tuberculosis, o cualquiera otra enfermedad crónica o incurable; padecer enajenación mental incurable y la separación de la casa conyugal. | Con información de Sin Embargo