Las que luchan buscando un futuro mejor para sus hijos, las madres en Ciudad Juárez que no dejan que sus hijas asesinadas caigan en el olvido; estas son las “indómitas” que cautivan a Elena Poniatowska, quien presenta una recopilación de ensayos con las que rescata a mujeres “borradas de la historia”.
Sin intención de hacer “demagogia”, la escritora (París, 1932) subraya en entrevista con Efe que, en general, “una de las cosas mejores de México son las mujeres”, aquellas féminas “valientes” que se extienden por la geografía del país.
“No te hablo de las mujeres de la clase social más alta, porque finalmente, no tengo mucho contacto con ellas”, sino de “las mujeres trabajadoras, las taquilleras del metro, las mujeres que hacen la limpieza”, afirma la mexicana.
Por eso ha dedicado gran parte de su producción literaria y periodística tanto a rostros femeninos anónimos como a figuras como Lupe Marín, Tina Modotti y Leonora Carrington; en definitiva, a ahondar y visibilizar la vida de las mujeres, las “grandes olvidadas” del país.
Las indómitas (Seix Barral), la recopilación de textos que ahora presenta, es un impulso más para recuperar esos nombres que han tenido “un destino trunco, un destino que conoció la indiferencia”.
Recoge la historia de Josefina Bórquez, quien inspiró la novela Hasta no verte Jesús mío y a cuya casa Poniatwoska acudió durante meses todos los miércoles “de cuatro a seis”; unas visitas que al principio Bórquez acogía a regañadientes, pero que desencadenaron en una amistad que la escritora recuerda con cariño.
También habla sobre las soldaderas, mujeres sin las cuales “no habría Revolución mexicana” porque “todos los soldados habrían desertado” o que incluso tomaban el máuser cuando el hombre moría “y se iban a caballo y seguían batallando ellas”.
Al lado de textos sobre rostros anónimos, como estas soldaderas o las trabajadoras domésticas -“de una entereza y una valentía poco común”- se ubican trabajos sobre personajes como la escritora Rosario Castellanos, la poeta Alaíde Foppa y la antropóloga y activista Marta Lamas.
Los ensayos también plantean preguntas, como ocurre en el dedicado a Nellie Campobello, con el que Poniatowska se pregunta por qué en el siglo pasado había tanta incertidumbre respecto a su secuestro y asesinato.
“Una figura pública, una gran bailarina y la única mujer escritora de la Revolución mexicana, ¿cómo es posible? ¿Es porque es mujer? Es por eso”.
Reconoce que en México ha habido “algunos avances”, como cuando se aprobó la ley del aborto en la capital mexicana, pero “no los suficientes”, y que, a grandes rasgos, sigue habiendo “poco respeto hacia las mujeres”.
“En nuestros países de América Latina de las mujeres se habla siempre como un cuerpo o si son sexis o no son sexis, las mujeres son siempre lo que se dice en las revistas de moda, son lo que llevan puesto”, reflexiona la ganadora del Premio Cervantes 2013.
Poniatowska, quien nació en Francia pero llegó a México a los diez años, considera que con el paso del tiempo ha cambiado lo que significa ser feminista, porque “antes creían que era simplemente desfilar por el Paseo de la Reforma blandiendo un brasier”.
“En México no fue así, en México ha sido una lucha muy tenaz que hizo entre otras personas, por eso aparece tanto en el libro Marta Lamas”, sostiene.
La autora comenzó en el periodismo en 1953, en una época en la que las mujeres que se dedicaban a esta profesión se contaban “con los dedos de la mano”, y las miraban “como diciendo ‘tú por qué te quieres salir de los cánones, por qué te sales del guacal'”.
Incluso, recuerda, “se consideraba que una mujer que aparece en el periódico es porque quiere vender algo”, también “a sí misma” porque había hombres que pensaban que las periodistas llegaban a las redacciones buscando marido.
Desde entonces, la mexicana ha ido tejiendo una trayectoria en la que ha compaginado el periodismo y la narrativa; dos facetas que han confluido en la máquina de escribir, con la que, dice, todo lo ha resuelto, incluidas las depresiones y los conflictos emocionales.
“La máquina (de escribir), la computadora ahora, han sido mi psicoanalista, mi paño de lágrimas”, reconoce Poniatowska. | Sin Embargo