El cacareado sistema de justicia adversarial, los juicios orales cuya inversión ha sido cuantiosa se frenan ante los pequeños grandes detalles de las leyes en la materia.
Tenemos conocimiento de cuando menos tres casos de robo de vehículo con violencia, en dos de ellos a mujeres. No ha pasado a mayores, pero ha sido a mano armada. Un gran susto que nadie quiere vivir. En uno de éstos, han recuperado la unidad pero dos no saben nada de ella. ¿Quién nos dice que podrían encontrarse en algún corralón de procuradurías? Los diputados tienen el decreto listo hace varias semanas; es de urgente decisión y faltan unas cuantas sesiones antes que se vayan de descanso. Deben considerarlo.
Las reformas al Código de Procedimientos Penales pretenden acercarse al sistema que se imparte en los Estados Unidos, sobre todo en juicios orales. El decreto morelense permitiría que los rostros de los procesados por el robo de vehículos con violencia sean conocidos en carteles y los medios de difusión. Con esta medida, seguro habrá denuncias para que no los regresen pronto a la circulación. Los detalles del actual código lo evitan y crece la impunidad.
Mantenerlos en el lado oscuro de la información solamente generará que crezca el número de estos delitos. Ventilarlo con carácter de urgente es un hecho que lo disminuye. Son cerca de 70 los procesados por este delito en los últimos meses, lo que indica que les han probado el acto delictivo; así que los señores legisladores tienen la palabra. Está en sus escritorios, listo para su discusión. Que lo hagan y terminen el año con un acierto durante un año legislativo que tuvo dos rostros: la improductividad del primer periodo y éste que ha sido más o menos de buenos resultados.
Símiles, biculturismo y sangre
ES IMPRESIONANTE LA información que sigue generando la captura de “El Ponchis”, el llamado “niño sicario”. Consultamos la prensa local, la nacional y la internacional durante siete horas y no había un solo lugar donde no se le diera relevancia al hecho de la captura el fin de semana en el aeropuerto de Cuernavaca. No exageramos el término de impresionante. Normalmente se ha repetido la inicial versión: su edad, cuándo empieza su carrera, familia disfuncional, el medio donde vivía y un detalle importante: el Ponchis es binacional, tiene las nacionalidades mexicana y norteamericana al nacer en San Diego y vivir aquí.
Lo anterior es un símil con otro personaje del crimen organizado, consumado, ya detenido, en presunta vía de extradición, el famoso Edgar Valdez Villarreal “La Barbie”, nacido en Texas y hecho en México barón de la droga. Esto lleva a temas que gente con experiencia como Víctor Clark Alfaro en Tijuana lo han registrado en muchas ocasiones: la cultura binacional en terrenos de la delincuencia.
A través de los años, se ha sabido; por ejemplo, en los 90’s pandillas como la del Barrio Logan de San Diego, California (donde nació El Ponchis), luego los Mara Salvatrucha de salvadoreños con otros centroamericanos, principalmente de Honduras y Guatemala, y actualmente los Aztecas y Mexicas en Ciudad Juárez y en El Paso, Texas. Estos grupos normalmente inician en robos menores y luego son reclutados por organizaciones de alto rango y la mayoría queda atravesada ante las balas o en la cárcel. Son, como se dice comúnmente, “carne de cañón”.
Un dato adicional que pareciera menor es que el padre de “El Ponchis” con el que vivía aquí, es “matancero” de algún rastro del rumbo y durante un tiempo se llevaba al niño a sus labores. No queremos decir que eso incida en sus afanes homicidas, pero sí en ser mejor que los otros miembros de la banda en la destreza para “despiezar”, como se dice en el argot de los tablajeros. Si confiesa que cortaba cabezas y genitales, a esa edad, entendemos donde pudo cuando menos tener nociones. Tenemos amigos tablajeros, diestros, que destazan 15, 20 puercos y con maestría una o cinco reses diariamente. De ello viven. Pero no conocemos fuera de uno llamado “Juan Pato”, cuando el que escribe era un niño en el viejo mercado, que asesinó en unos minutos a dos introductores de carne que poco antes lo habían golpeado en una de tantas cantinas de la calle Clavijero.
Juan Pato vivía pegado a la barranca, luego del molino de nixtamal “El Nacional”. Se limpió la sangre y esperó. Salieron los introductores con sus botas de cuero, su cinturón con tremenda hebilla y camisa de ranchero, además de su sombrero. A uno de ellos se le notaba un arma de fuego en la cintura. Se acercó Juan Pato, sacó su charrasca, la encajó una sola vez a cada uno en un costado y murieron casi al instante. Luego se retiró a su casucha de madera casi en la barranca de Amanalco, a la altura del hoy puente de Clavijero (de la fayuca) cuando llegaron los agentes de la Policía Judicial, el comandante Raymundo Ceballos García y un agente apodado “El Chicuil”. Ceballos, mejor conocido como “El Marino” –un policía de excepción, padre de seis hijas y un niño que vivía en la vecindad de “El Pájaro” en Degollado— gritó en dos ocasiones a Juan Pato. Salió de inmediato y sólo le pidió echarse el último trago de su botella. No lo esposó, ni lo amarró. Se conocían. Se fueron caminando desde ahí a lo que eran los juzgados, en la antigua penitenciaría de Acapantzingo.
Sí, Juan Pato era destazador, de los mejores, y cuando fue agredido, lo usó para irse a prisión.
Lo del Ponchis merece muchos estudios de los que saben, nosotros únicamente hablamos del símil, la bicultura y que veía destazar animales.