En ese entonces el Partido de la Revolución Democrática era una organización que no tenía idea de cómo participar en las elecciones; sabía de protestas, manifestaciones y huelgas. Su primer congreso concluye a golpes y balazos, sin determinar quién sería su dirigente. Por su parte, el Partido Acción Nacional descubre que podía lograr triunfos en las urnas y que se los reconociera el gobierno; mientras que el Partido Revolucionario Institucional, luego de la derrota, se somete a una “cirugía mayor” que obliga al gobernador Antonio Riva Palacio a abrir un gobierno que inicia cerrando el paso a los grupos universitarios.
El resultado electoral del miércoles 6 de julio de 1988 modificó la percepción que sobre las preferencias electorales tenía la ciudadanía en Morelos, en las dirigencias de los 3 grupos que lograron la mayor votación; aquí, el Frente Democrático Nacional luego de lograr que le fueran reconocidas las diputaciones de Mario Rojas Alva, por el Partido Mexicanos Socialista, y de Carlos Sánchez Mendoza, del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, inició el complicado proceso de constitución de un partido político.
En el Distrito Federal, los integrantes del Partido Mexicano Socialista y los expriistas determinaron convertirse en el Partido de la Revolución Democrática. En Morelos la integración del nuevo instituto político se confió a las dos estructuras principales que participaron en la contienda de 1988: el Movimiento al Socialismo, integrado por Óscar Rosas, Julián Vences, Hugo Carvajal, Jesús Bahena, Gabriel Rivas, Pedro Torres, y los militantes del Partido Mexicano Socialista, entre los que destacan el diputado federal Mario Rojas y los hermanos Alberto y Marley Tapia Fernández.
Julián Vences Camacho recuerda de aquella época la complejidad para la integración del primer comité estatal. En la reunión inicial, se realizó una votación para determinar quién tendría la presidencia de la mesa de debates; el resultado no benefició a los hermanos Tapia y ahí determinan iniciar una golpiza, hasta que uno de sus seguidores sacó una pistola y tiró un balazo persiguiendo a un joven. Ahí concluyó esa reunión.
Integrante de las Comunidades Eclesiales de Base que impulsó el entonces obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo, Vences Camacho recuerda que por simpatizar con la doctrina marxista y mantener una postura antiburocracia y antipartidos, determinan constituirse mediante una dirigencia colectiva.
“Otro conflicto fue la intención desde el principio del gobernador Antonio Riva Palacio de infiltrar a nuestra organización, lo que intentó a través de los hermanos Tapia”. Cuenta que luego de una reunión sabática en el centro de Cuernavaca y tras reconocer la asistencia de varios empleados del gobierno que denomina “orejas”, acudieron a las oficinas del ejecutivo estatal para reclamarle y advertirle que no garantizaban la integridad de sus enviados. El mandatario cuestionó si se referían a la participación de los hermanos Tapia y ellos le respondieron que no habían dado nombres todavía.
Disfrutaban de consideraciones especiales, entre las que destaca la libertad para circular armados por toda la entidad, advierte al reconocer que su salida significó la pérdida de militantes rumbo a la contienda electoral de 1991. En ese proceso ya no aparecen los que fueron diputados federales desde 1988, y en el caso de Mario Rojas, éste emigra hacia Canadá pidiendo asilo político luego de denunciar la persecución de que fue objeto por parte del gobierno estatal por exigir durante más de 2 años la presentación en vida de José Ramón García Gómez, a quien se considera el primer desaparecido político del gobierno de Carlos Salinas.
En ese entonces, recuerda Julián Vences, tuve mi primer “rozón con Cuauhtémoc Cárdenas”, que acudió a una entrevista en la Ciudad de México con el ex candidato presidencial por parte de su periódico “El No que No” de Jojutla. La intención era que definiera la postura del comité nacional respecto a la violencia que generaban los Tapia; el líder se molestó, lo regañó y éste determinó descender del vehículo en el que viajaban rumbo a Chalco. Ahí terminó aquel encuentro.
La Estructura del Frente Democrático Nacional, durante su proceso de integración como el PRD, se dedicó a impulsar varias luchas sociales que generaban incomodidad a las autoridades estatales, entre las que destacan el reclamo de los vecinos de Flores Magón porque se reinstalaran los almacenes de Pemex que están en paseo Cuauhnáhuac, así como la presentación de los desaparecidos políticos, entre los que destacan los de “Las Viudas de Temoac” y José Ramón García Gómez.
Por insistencia del PRD, el gobernador Riva Palacio López aceptó crear la Fiscalía Especial para esclarecer las desaparición de José Ramón García el 16 de diciembre de 1988 en Cuautla, levantado por Apolo Bernabé, José Isabel Astudillo y el comandante Antonio Nogueda Carbajal, por la que transitaron media docena de responsables, entre ellos Antolín Escobar y Daniel Estrella Valenzuela, quien sufrió un accidente en un helicóptero cuando viajaban por la zona de Filo de Caballo en la sierra de Guerrero, para ahí localizar al entonces fugitivo ex director de la policía judicial Antonio Nogueda. Con ese incidente, el gobierno determinó disminuir la actividad de la fiscalía hasta que finalmente desapareció sin aclarar lo que pasó con el activista de Cuautla.
La participación de forma independiente de algunas fuerzas que se unieron en 1988 al FDN, como lo eran el Partido del Frente Cardenista de la Revolución Nacional, el Partido Popular Socialista y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, impactaron en el resultado electoral que recuperó para el PRI el carro completo. El PRD integró un representante en el Congreso local y a menos de 40 regidores en los 33 municipios les asignaban la regiduría de ecología o la de panteones.
ROMPIMIENTO Y RECONSTRUCCIÓN DEL PAN
La designación de Manuel Clouthier como candidato a la presidencia del Partido Acción Nacional generó en Morelos la inconformidad de los militantes históricos, lo que provocó la renuncia a la dirigencia estatal de Raúl Fernández y el distanciamiento de aquella generación; el diputado local Jesús González Otero tomo posesión del liderazgo de forma interina y fue cuestionado por el grupo de José Luis del Valle, José Raúl Hernández Ávila, Adrián Rivera y Liborio Román, entre otros. Luego de meses de gestión, lograron la intervención del Comité Nacional y la realización de un congreso para designar nueva dirigencia.
En 1990, se registraron 2 planillas: una la encabezaba Jesús González Otero y la otra José Raúl Hernández Ávila. Fueron necesarias 4 rondas de votaciones y la modificación de un sufragio de 32 para que los panistas -que apenas tenían comités en 6 municipios- determinaran que el grupo contrario a González Otero asumiera el control.
En 1988, presentaron 6 candidatos a presidentes municipales; para 1991, ya participaron en 11 municipios, lo que les permitió incrementar a 18 el número de regidores que participaban en los gobiernos municipales y conservar una diputación local. En lo federal fue la primera ocasión en la que tuvieron dos representantes en el Congreso de la Unión: José Luis del Valle y José Raúl Hernández, secretario y presidente del comité estatal.
La posibilidad de participar en la política local se acotó para los panistas luego de que el gobernador Antonio Riva Palacio lograra modificar la ley para que sólo fueran los nacidos en Morelos los que tuvieran la oportunidad de ser nominados. Así se determinó que la diputación local fuera para Óscar Sergio Hernández que era el único que tenía acta de nacimiento local.
Adrián Rivera, quien era secretario de organización en ese trienio, recuerda que luego de la determinación del comité nacional de aceptar recibir las prerrogativas gubernamentales, se pusieron a construir su partido realizando giras a los municipios, “con Liborio Román y Pedro Juárez salimos a tocar puertas, viviendo un proceso de ‘evangelización panista’. Yo me presentaba les daba mi nombre y les decía que si querían pertenecer a Acción Nacional”.
Cuando juntábamos 5 ciudadanos, los reuníamos y les dábamos un curso: Liborio daba principios; Pedro, los logros, y yo, los estatutos, señala Rivera Pérez, “así cumplimos con los requisitos que marcaba el comité central y dejábamos instalada una delegación, que posteriormente se convertía en comité”. Así concluyó la etapa de participación testimonial del PAN en las elecciones que impulsaba la anterior generación de militantes, la cual consideraba que poder generaba corrupción y sólo se acudía para expresar la inconformidad de un grupo.
La expresión de Clouthier en torno a que se debía llegar al poder para que las cosas cambiaran, impulsó a esa generación que inició un proceso de participación ordenada y que construyó una relación más seria con los gobiernos. Los panistas afirman que Lauro Ortega tenía una relación más cordial con la oposición que Riva Palacio; creen que fue por la derrota priista federal de 1988.
EL PRI SACUDIMIENTO Y APERTURA.
“Tras rendir protesta, Antonio Riva Palacio inició su gobierno acompañado por una estructura que él había construido a lo largo de años de búsqueda del poder. Dejó de lado a otros grupos priistas que no eran afines a su causa. Fue la derrota de julio lo que lo motivó a realizar un proceso de inclusión en el cual los universitarios lograron posiciones dentro de su gobierno”, recuerda Jorge Meade Ocaranza quien llega en septiembre de ese año a la Secretaría General del PRI junto a Rubén Román Sánchez quien ya era presidente.
Los universitarios, señala, “cumplimos con la responsabilidad de profesionalizar y darle estructura a algunas áreas del partido que ya no podían ser manejadas de acuerdo a esquemas históricos, entre las que destacaron la realización de encuestas y darle seguimiento al trabajo así como un proceso de foto credencialización”.
El PRI, de 1988 a 1991, se convierte en un ingrediente fundamental en el gobierno de Antonio Riva Palacio; el dirigente estatal Rubén Román acudía a la mayoría de las giras de trabajo que ese gobierno realizaba. El Programa Nacional de Solidaridad fue un pretexto gubernamental para acercar simpatías a los priistas a través de los diversos programas que en él se incluían, lo que fue utilizado por las autoridades morelenses para acercarse a los grupos de inconformes que habían apoyado al cardenismo en 1988.
En 1991, Riva Palacio estaba determinado a remontar el último resultado electoral. Realizó en los primeros seis meses del año tres recorridos completos por toda la entidad; el primero, durante el proceso de campaña para la elección intermedia que se realizaba en marzo; el segundo, en torno al que sería su informe de gobierno, y el tercero, durante el proceso de elección federal.
Sabía el mandatario que la belicosidad perredista y las limitaciones panistas permitirían la recuperación de su partido. En esta ocasión no repetiría errores del 88; la comisión electoral daba una imagen plural pero era controlada como una dependencia del estado; el secretario técnico era Jorge Martínez Salgado y el presidente era el secretario de Gobierno Alfredo de la Torre.
El proceso de elección de candidatos del PRI fue novedoso. En algunos municipios como Cuernavaca se recurrió a la consulta a la base; sin embargo, ahí también intervino para favorecer a su grupo. Contendieron por la nominación el ex dirigente estudiantil Víctor Saucedo y el empresario Luis Flores Ruiz. La desaparición de una urna en la colonia Flores Magón a manos de un grupo de priistas, determinó que el candidato fuera el empresario y quedara fuera el universitario quien después fue nombrado director del Instituto de Vivienda.
Según Jorge Meade, Riva Palacio no aceptaba a los universitarios “porque no podía controlarlos como sí logró influir en los otros grupos priistas y prueba de ello es que nunca les permitió llegar a la presidencia del partido, el liderazgo del Congreso o la alcaldía de Cuernavaca. Los tomó en cuenta pero nunca los dejó desarrollarse. Lograron crecer porque buscaron sus propios espacios y tocaron puertas más allá del territorio estatal”.
El PRI logró en la elección de 1991 el carro completo; sólo perdió Temoac por 25 votos. Los priistas recuerdan que en aquella localidad sentían que habían triunfado y se fueron a un partido de fútbol; cuando regresaron, ya habían triunfado los perredistas.
El Congreso local quedó integrado por candidatos impulsados por Antonio Riva Palacio: el presidente de la Gran Comisión fue Alfonso Sandoval Camuñas, los diputados priistas fueron el líder obrero Manuel Montalvo, Nereo Bandera, Ángel Rivera Bello, María Estela Uribe Espín, Luis Manuel González, María Elena Espín, Ricardo Carrillo, Florencio Rendón, Alfredo Acevedo, Francisco Gutiérrez Ortega e Irma Olivan por cada uno de los distritos electorales y por la vía plurinominal ingresan los perredistas Bernardino Vega Leana, Nabor de la Rosa Jiménez y Gumersindo Toledo; por el PFCRN, Elvira Vital Miranda, y por el PARM, Florencio Ixpango quien es sustituido por Humberto Barçon Alanís. Así el Congreso llega a ser integrado por 18 legisladores, tres más que en 1988.
Para el Congreso de la Unión, el PRI recupera los cuatro distritos federales con Rodolfo Becerril, Tomás Osorio, Felipe Ocampo y Julio Gómez Herrera y al Senado para los siguientes tres años arriba Ángel Ventura Valle.