Puente de Ixtla, lugar donde abunda la obsidiana. Antiguo paso obligado para las caravanas de comerciantes procedentes de Acapulco, con dirección a la Ciudad de México, y de grupos provenientes del norte del país hacia el estado de Guerrero. Entre 1913 y 1914, a causa de la Revolución, muchas familias tuvieron que emigrar, dejando sus posesiones, documentos personales y lo más importante, su hogar.
Hoy en día, sólo quedan algunas huellas de lo que alguna vez fue importante y necesario como los locales comerciales, que originaron el crecimiento de la ciudad.
Sin embargo, se mantiene el espíritu del pueblo en las leyendas y en la historia, y aún es más bello encontrar una luz propia que sigue viva y latiendo en el tren que se encuentra en una de las principales colonias, un tren con 27 vagones que en su mayoría se encuentran intactos, sin muestras de destrucción ni deterioro, únicamente oxidación, como cualquier metal al estar expuesto en el medio ambiente. Hace años funcionaba como tren de carga, y hoy, lo atractivo es que sigue funcionando pero como el hogar de 20 familias.
Cada familia ocupa un vagón y se han adaptado y han adaptado al mismo tren para cubrir sus necesidades, tales como escaleras improvisadas, tanques de gas, medidores de luz, cables de internet y tomas de agua.
Y los 7 vagones restantes funcionan como bodega. Nadie ha movido el tren. Desde que se estacionó en ese lugar. Está escondido, entre casas nuevas, muros de concreto, árboles y automóviles.
No olvidemos que esto es patrimonio, uno de los muchos tesoros que no solo Puente de Ixtla, sino que todo el mundo posee, y que con el paso del tiempo, nos recordará el legado que nuestros antepasados nos han dejado.