Sociedad
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¿Por qué no soy un Godínez?

TXT Daniel Zetina
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Para Arielle Melgar

Una amiga me preguntó a qué me dedicaba además de ser escritor. Le contesté que solo me dedicaba a esto. Es decir, a las artes relacionadas con ser escritor. Hago muchas cosas, como ya he contado, pero siempre desde el mismo enfoque: soy un escritor que promueve la lectura (no un promotor que escribe), soy un escritor que da clases (no un profesor que publica), soy un escritor que publica una columna (no un periodista que hace literatura), son un artista de la palabra que busca y diversifica desde lo que sabe y ama.

No siempre fue así. Cuando era joven, tuve trabajos de oficina, en escuelas, en un centro de investigación, en la universidad donde estudié y luego trabajé tanto edición como asuntos administrativos y en otro instituto de cultura donde hacía de todo un poco, casi todo de forma oficinista. También trabajé como corrector en un periódico y como coordinador académico en la Escuela de Escritores Ricardo Garibay.

Fueron trabajos en los que aprendí bastante, pero también reafirmé que no es algo a lo que yo me quiero dedicar ni un estilo de vida que pueda llevar. Es la misma razón por la que hasta ahora he huido de la investigación académica. Porque trabajos implican una gran burocracia y el mundo de lo que se conoce como Godinato: el universo de los oficinistas, que checan tarjeta, comen en tópers, cobran quincenas y esperan las vacaciones con impaciencia.

No veo nada de malo ni reprochable en que alguien se dedique a eso. Pero yo no soy feliz en ambientes así. Mi último trabajo de este tipo fue hace unos nueve años. Los giros que da la vida son impredecibles, pero por lo pronto hago todo lo posible, no por no volver a esa vida, sino por construir otro estilo de dinámica laboral, apegada siempre a lo que me gusta y hago mejor.

Conozco muchos amigos escritores, de hecho la mayoría, que tienen un trabajo normal, y en sus tiempos libres se dedica a escribir. ¿Por qué lo hacen? Lo ignoro o son simplemente demasiados motivos… Y yo no lo hago, así que o respeto. Lo mío es más bien al revés: me dedico a lo que me gusta y en mis tiempos muertos (los que uso de forma obligada para ciertos asuntos) hago vida de oficina.

No es que no trabaje en un escritorio —mi estudio incluye una oficina donde paso horas—, sino que no es lo oficinil lo que llena mis días. Trabajar por mi cuenta implica procesos administrativos, como atender clientes, hacer pagos, contestar correos, enviar presupuestos, hacer las cuentas y llevar los impuestos. Pero es no es lo principal.

Lo más importante de mi trabajo es lo creativo, que en mi caso, no se trata de un hobbie, un entretenimiento, una manía, sino de una profesión u oficio, de acuerdo con el enfoque con que quiera verse. Me dedico 100% a la literatura y gracias a ello mis días son todo menos monótonos y aburridos, en muchos sentidos.

No tengo otro trabajo que el mío propio. Mi visión no es tampoco la de quien trabaja free lance —igual respetables—, porque yo casi nunca maquilo a destajo, sino que trabajo directamente con mis clientes y proveedores o vendo mis productos. Mis servicios son de lo más variados —y raros—, desde asesorías que son como pláticas, hasta conferencias sobre los temas de mis libros.

¿Hay otra forma de hacer esto de trabajar como escritor? Seguramente sí, pero esta es la que yo he creado, la que he aprendido y construido con los años. ¿Es perfecta? No lo creo, por eso busco mejorar o perfeccionar o ya de plano cambiar lo que sea necesario para ello.

Por último, ¿es algo que recomiendo? Sí, lo recomiendo. Hacer lo que uno quiere tiene grandes satisfacciones. Quizás no tenga las llamadas prestaciones laborales de otros, pero, como le decía a mi amigo Pepe, lo material puedo conseguirlo, pero hasta ahora creo haber hecho lo importante en mi vida, aquello que me hará trascender. Gracias.

 

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@DanieloZetina

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