Siempre se ha criticado que el gobierno dé becas económicas a los artistas, es decir, dinero en efectivo por dedicarse a lo suyo durante un periodo de tiempo que varía según la beca, a la que también se le llama estímulo.
Me parece imposible que no haya polémica. Por un lado, es como que el artista estirara la mano para que el gobierno, con dinero de los impuestos, le diera de comer. Puede verse así, como una limosna. O puede leerse que de este modo el poder compra al artista y le roba su creatividad, obligándolo a hacer arte gubernamental, alineado con el sistema, nada crítico y poco profesional. Creo que de estos dos enfoques podríamos encontrar kilómetros de información y en efecto ambos casos se cumplen en muchos artistas becados. Puede incluso verse como un premio a la obediencia del artista frente a quien le da el dinero como una dádiva.
En el otro lado del ring están quienes (artistas o no) opinan que es una obligación del gobierno dar becas, que en muchos países del primer mundo existen y que la responsabilidad del gobierno ES fomentar así las diferentes artes. Por ello, lo ven como algo saludable, pues quizás el gobierno no censure el arte que se hace con becas, ni castigue a quienes lo hacen, especialmente porque a lo gobernantes (políticos) no les importa nada lo que hagan los artistas y muchas veces son incluso muy incultos.
Ahí no para la cosa. Están también las llamadas mafias literarias, a quienes se les acusa de (bajo la sombra del poder nuevamente) otorgar las becas a sus fieles seguidores, a aquellos artistas malos que saben cargar sus portafolios, aplaudir sus discursos y obedecer sus órdenes. Aquí también hay mucha tela de dónde cortar y no precisamente de la seda más fina. En cualquier resultado de becas habrá los acusados de hacer mafia o de manipular las cosas o de crear grupos cerrados para llevar a cabo sus favoritismos. Corrupción, pues, de la más vil y que es necesario decirlo, sí es cierto que se da, aunque no en todos los casos. El problema es que todo es sutil, muy fino y elegante este acto de repartir las tortas en el país de las manadas de artistas hambrientos.
Sería casi imposible (y bastante ocioso) comprobar que en efecto hay grupos sindicales charros, por hacer una comparación, en la distribución de las becas para creadores en México. Bajo dicha impunidad burocrática se esconden aquellos a quienes justo les sirve el anonimato, el bajo perfil para continuar con su modus vivendi (lo digo así, porque se ha comprobado, eso sí, que algunos escritores, por cierto muchos de ellos siempre desconocidos para el gran público, han vivido de becas por décadas).
Parece que escribo con envidia, pero igual he sido un privilegiado, he tenido dos becas locales como escritor, con las que escribí dos de mis libros más vendidos hasta ahora. En mi caso, también se me acusó de mafioso en Morelos, caray, pero al tratarse de mí, les confieso que no, nunca fui así ni me comporté de ese modo. Y eso no quiere decir que no me hayan invitado a formar parte de grupos con dichos fines. Caray y más caray.
En esta última ocasión de las becas nacionales del Fonca, se acusa a un artista de ser un agresor sexual, muy ventilado ya en el #MeeToo y que ha sido de nuevo señalado por grupos de feministas, mujeres artistas y distintos medios. En ese caso, estoy de acuerdo en que se le retire la beca, porque recibir más de 30 mil pesos al mes durante tres años (poco más de un millón en total) debería estar prohibido para agresores sexuales. Por el principio de que un artista debe ser, si no intachable, por lo menos una persona con cierta probidad. Y ser un agresor sexual es justo lo contrario de eso.
Por último, opino que un escritor debe escribir con o sin beca, que la mayoría de lo que se escribe con beca es un poco más de basura y que lo mejor es no preocuparse por la becas, pero seguir buscándolas en alguna nueva convocatoria. Así de paradójico y quizás contradictorio el tema. Ya les decía, mucha polémica barata, casi chisme de lavandero. Caray.
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@DanieloZetina