Oaxaca huele a flores, sabe a maíz y mole, vuela un ave y esparce el polen que se posa en la testa de los niños. Es cuna de grandes personajes, patrimonio cultural que cruza fronteras y perfila a nuestro país como un paraíso, y lo es, Oaxaca es de todos.
En esa tierra nacen artistas y gente que cultiva el campo, artesanos que moldean el barro, que dibujan y pintan, jóvenes que tocan el clarinete y la marimba, los viejos danzan y se visten de flores en toda la región; los poetas versan al viento, narran sus escritores la vida, letras que surcan páginas que dan frutos. Arrastras los pies que no escuchas por el sonido que atraviesa el aire caliente, tu aliento oxidado evapora restos del pasado y la memoria se extravía, un sol penetrante mueve los muros, cambian de matices; las sombras bajo los tejados hacen nidos de palomas y tortolitas, ves piernas y brazos enraizadas en los laureles de la India que se acicalan con el viento, un cielo azul con algodones de azúcar teje la techumbre que cubre tu testa, caminas.
Oaxaca huele a anafre, tasajo y tlayudas, mezcal cristalino, textiles y barro, huaraches de piel y yute, pies descalzos, grietas en la cara, la fecundidad de la tierra nace de voces ancestrales: Mazatecos de Huautla, Zapotecos de Juchitán, Chocholtecos de Nativitas, Chatinos de Santiago, Mixes y Chinantecos.
Así, entre tanta diversidad nace Amador Montes, artista que traza ficciones sobre sus lienzos, construye escenarios imaginarios que habitan animales y personajes sobre escenarios simbólicos: garzas coronadas, mujeres pájaro, mosquitos y típulas, conejos y escarabajos, gansos y gallinas, canoas y cafeteras, enramadas de frondosas hojas, sillas, mesas, pigmento vivo.
La invención es un don que se nutre de miles de lenguajes, el signo cual protagonista siembra y la semilla da frutos, nacen alegorías. Una taza de café no es una taza, una gota de pintura es una farsa, un ave es viento y remembranza; la realidad es, de hecho, una circunstancia emocional que la digiere para que nosotros narremos la vida, expresamos lo que vemos, como lo sentimos.
Nunca la verdad es única, ésta es secuencia ininterrumpida de otras, tampoco hay nada nuevo, hay, en todo caso, interpretaciones que nos dicen lo mismo de manera diferente, lo que nos circunde nutre nuestra voracidad por comprender el mundo, y en el cadalso de nuestra vida, entendemos que la razón no era suficiente, somos emoción y temperamento, pasión y sentimientos, somos un recuento de quienes nos inventaron.
La obra de Amador Montes nace de un manantial en la montaña de su infancia, fluye entre ramas y raíces, fluye y forma estanques, represas, ríos y cauces que riegan tierras hambrientas, sedientas de color, calor y alma. Recontar puede decir lo mismo, o no, es la mirada del otro que hace de una historia otra, pues enfatizar un símbolo tantas veces hace de la ficción una certeza, nos convence para regocijarnos en algo tan simple como una grulla y una cafetera. Todo es ficción y somos un recuento de deseos, anhelos invisibles, sueños inasibles.
De Gran Bretaña a España pasando por Suecia; de Guadalajara a Mérida, Ciudad de México y Puebla, puntos cardinales donde su trabajo ha sido disfrute de tantos, arrebato de algunos y deseo de muchos.
Llega por primera vez Amador Montes a Morelos, Tepoztlán como su casa, la “Posada del Tepozteco” su anfitrión. Arriba como un pájaro que migra y se aposenta entre nosotros; él quiere ser visto, disfrutado y, como Amador dice, su obra no busca complacer a nadie, pretende, en todo caso, conectar con el otro, ese espectador que sentirá en la pintura el olor de sus recuerdos, el sonido qué, cómo un déjà vu despierte los recuentos para ser oídos.
Valga esta magnífica primera exposición “Recuentos de Amador Montes” en nuestras tierras que permanecerá todo junio y julio. Muestra que se ofrece como una acción lúdica, un crucigrama que coloca las primeras letras que se entrecruzan, pistas que pretenden y provocan el sentido personal, ese, el que cada uno sienta. Es un esbozo imaginario, un universo iconográfico que espera quien lo descifre, lo viva.
Oaxaca es tierra y canto, danza, aliento de tuba y clarinete, cuerdas, colores y grillos, arañas y sapos, piloncillo y tejate, polvo de noches olvidadas, mercados y haciendas, lienzos, muros y tecorrales, yucas y magueyes, Oaxaca, tierra con nombre de niña.