Faltan dos días para el quinto aniversario de uno de los episodios más tristes de la vida reciente en México; las historias de solidaridad perduran sin vigencia y muchas de ellas tienen un protagonista indiscutible: el corazón joven. El sismo del 19 de septiembre de 2017 nos cambió la perspectiva de nuestros miedos a la naturaleza, pero a su vez demostró que las manos de la nueva generación estaban listas para edificar los nuevos cimientos del voluntariado.
Es increíble como a la par de conocer capítulos muy lamentables de decesos, descubríamos la anécdota de aquella joven que levantó escombros cerca del colegio Rebsamen en la Ciudad de México, o la vivencia del joven que cargó su camioneta con cajas de agua embotellada para damnificados en Jojutla. O incluso aquel adolescente que desmintió una noticia fácil desde su celular con la poca red de telefonía que le quedaba.
Deseo que la próxima vez que alguien quiera tener en menos a las y los jóvenes, precisamente por serlo, recuerde la increíble labor que realizaron hace cinco años. En Morelos las heridas de ese día aún no cierran, pero afortunadamente las intenciones de ayudar a otros tampoco.