Estas dos conductas que representan lo más repudiable se han arraigado en nuestra sociedad y arrastran en su uso cotidiano al resto de los antivalores. Diariamente los medios, impresos y electrónicos, así como las redes sociales (estas últimas muchas veces influenciadas o utilizadas por falsos perfiles cómplices de la manipulación informativa) nos dan cuenta de situaciones que afectan sensiblemente nuestras expectativas para aspirar a un bienestar en todos los órdenes. Las constantes disputas legaloides entre los diferentes poderes y actores políticos, el tantas veces cacareado estado de derecho que se tiene que respetar y hacer valer y que solo existe en la mente de las cúpulas del poder, han traído como consecuencia una falta de credibilidad en nuestros gobernantes e instituciones, quienes se olvidan que fueron seleccionados por el pueblo para ser agentes de cambio y mejorar sus condiciones de vida.
En una auténtica democracia el pueblo es quien tiene la facultad de elegir a quienes trabajarán para ofrecerle acceso a mejores niveles de educación y cultura, salud, empleo remunerado, vivienda digna y sobre todo, seguridad, por citar lo esencial.
Así también, es facultad del pueblo corregir, por conducto de sus representantes en el Congreso, las actuaciones de los elegidos cuando están siendo contrarias a los compromisos adquiridos en campaña y en la mayoría de las veces, toman decisiones o decretan leyes y reglas que afectan a la soberanía popular y a la sana convivencia. Cuando los cambios no se dan, es facultad potestativa del pueblo soberano destituir a los malos gobernantes. El pueblo no quiere leyes amañadas que lo único que llevan implícito es un empobrecimiento en los diferentes sectores mencionados. Las pasadas “Reformas Estructurales” impulsadas por la tecnocracia, llevaron a un gran deterioro a nuestros sistemas educativo, de los servicios de salud y acceso a medicinas, de empleo sin las prestaciones que por ley se deben tener; de vivienda y de seguridad mejor ni hablar, ya que no hay quien se haya salvado de la delincuencia, la mayor de las veces organizada por quienes deben ser garantes de la seguridad y no causa de su quebrantamiento.
El pueblo lo que quiere es justicia en todos los órdenes y niveles, lo cual no es sinónimo de aplicar la ley. Nuestra incipiente democracia, que le llevó años luchar por el sufragio efectivo, se está ahogando en los siguientes pasos: corregir actuaciones y destituir a quienes fallaron. Sus representantes populares en el Congreso no están a la altura de las expectativas cuando se dio el voto diferenciado, y es triste saber, que los que no fueron votados y llegaron por la gracia de las leyes electorales, las cuales ya deben modificarse, se quieran autonombrar como los fieles de la balanza para hundir más al pueblo, ya que solo piensan en mantenerse en el poder y satisfacer sus ambiciones personales.
Por eso el pueblo toma las calles, se manifiesta y protesta, por la impotencia de saber que su voto no le dio la oportunidad de mejores escenarios, o bien no acude a las urnas como ha quedado de manifiesto en las últimas elecciones en diferentes estados, donde el abstencionismo llegó a niveles sin precedentes, con lo cual el mismo pueblo, que es soberano, está cavando la tumba de la naciente democracia. Se olvida que puede corregir, solo que ahora no solo basta con votar, hay que leer, enterarse, documentarse y ver cuáles son las mejores propuestas, pero sobre todo, que sean congruentes en lo que dicen, prometen y al final lo que hacen. Un claro ejemplo lo tenemos en los diferentes niveles de gobierno de nuestra entidad. Los ciudadanos exigen el cumplimiento de los compromisos asumidos por gobernantes y representantes populares. En el pasado, la gente no acudía a votar porque sabía que su voto no era respetado, y ahora, por la desilusión que han traído, a nivel estatal, los autonombrados gobiernos del cambio con tantas mentiras y engaños.
Por ello debemos empezar por nosotros mismos, rescatando los valores de honestidad, hablar con la verdad por dura que sea, ser transparentes, leales, comprometernos con las promesas hechas y ayudar mutuamente con base en la sana convivencia, y que nuestros representantes populares y gobernantes y por qué no decirlo, las instituciones encargadas de procuración e impartición de justicia no sean espejo de nuestros antivalores. Solo en nosotros esta decidir. De lo contrario, en las próximas elecciones llegará un iluminado a dirigir nuestros destinos o volveremos a dar cabida al totalitarismo.
Agradezco a esta ahora mi casa editorial y en especial a su Director General, Ing. Ricardo Estrada González, la invitación y espacio para compartir estas reflexiones con ustedes amables lectores, que espero sean de utilidad.
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