En México estamos evolucionando. Del paradigma de “la mujer debe estar en su casa”, estamos migrando al paradigma de la “súper mamá”. Aclaro al amable lector que un paradigma es un conjunto de creencias compartido y aceptado por la mayoría de la gente.
Hasta los años setenta se creía que el papel de la mujer era estar en su casa. Primero como hija, colaborando y aprendiendo las labores domésticas, y luego como mamá, cuidando a los hijos y a los adultos mayores. Los datos son contundentes: en 1970 sólo el 17.6 por ciento de las mujeres mexicanas trabajaban, mientras que el promedio de hijos por mujer era de 6.8 por ciento.
Debido al deterioro de las condiciones económicas, esto cambió: se aceptó que la mujer trabajara y aportara al hogar, y el número de hijos disminuyó. En 2022, el 46 por ciento de las mujeres en edad laboral trabaja, y el número de hijos por mujer se redujo a 2.1
Esto último implica que ahora las mujeres tienen mayor oportunidad de desarrollarse profesionalmente, pero se sigue pensando que ellas, aun trabajando, deben estar al tanto del hogar y de los hijos, la famosa “súper mamá” o mujer orquesta, que, luego de cumplir una jornada laboral, llega al hogar a seguir con las labores domésticas.
Estoy convencido que esto está cambiando y seguirá cambiando. Cada vez más, los hombres participamos en el hogar y buscamos mayor equidad en las tareas y responsabilidades con nuestras compañeras. Obviamente, esto no aplica para todos los estratos sociales ni en todos los rincones del país. Tristemente, la igualdad entre los géneros aún no se consolida como una cultura nacional y una práctica cotidiana.
Así, hay mucho por hacer para que la mujer festeje realmente su día el 8 de marzo, y para que ese festejo se extienda a todos los días del año.