La gente en México sí lee. Tú lees esta columna, también libros. Podemos mejorar nuestro nivel de lectura, pero sí la hay, sobre todo si estudiamos las nuevas prácticas lectoras, como las redes sociales, blogs y otros sitios de internet, además de revistas de divulgación.
En cuanto a libros también hemos avanzado: se leen más, pero aún hay muchos motivos para no leer o que la gente en ciertas circunstancias esgrime para defender sus ojos de la lectura, especialmente, insisto, de libros. Porque el libro es una unidad de medida clara, aunque cada vez menos válida como única medición para dicho fenómeno. ¿Por qué no se leen más libros? Aquí mi experiencia:
- Tiempo: un factor constante para no leer (y muchas otras cosas importantes en la vida). Resulta que, al parecer sí hay tiempo, aunque sea poco, pero no se administra de forma que la lectura sea una prioridad o una necesidad. Se comprende que falte el tiempo, es común en nuestras dinámicas sociales de consumismo.
- Esfuerzo: hay quien no intentará leer libros, es parte de una actitud, además de que, en general, si no hay fomento a la lectura, menos un extra por alcanzar el hábito.
- Desánimo: por decaimiento, tristeza, desinterés o falta de energías para vivir, una constante social.
- No tiene libros: la ausencia de la cosa, digamos, algo complicado resolver, sobre todo en localidades donde el acceso al libro es limitado, cuando no nulo. No se puede consumir un bien que no se posee. Resolver este punto es complicado, aunque algunos profesionales del libro nos esforzamos, por ejemplo, llevando ferias de libros a sitios alejados o vendiendo libros a distancia.
- No compra libros: cuando no existe la costumbre de tener libros; también hay quien dice que antes tuvo libros, pero en el presente carece de ellos, por haberlos perdido, donado o vendido.
- No tiene dinero para adquirir libros: problema generalizado. Se entiende, porque si hay que decidir entre comer o leer, la opción está clara. Cierto que hay otras opciones para leer libros, aunque, no para todos, desafortunadamente.
- Hay pocas bibliotecas: otra cruel realidad: si no puedes tener libros prestados, leerás menos, es una fórmula clara. Sí hay bibliotecas, pero su número se reduce hasta cero en muchísimas ciudades, pueblos, localidades. Más dramático aún: más que abrirse, se siguen cerrando bibliotecas o se tienen bajo llave.
- No encuentran algo interesante: para quien sí puede comprar o consultar libros, existe la condición de que no se encuentra algo afín a sus intereses. Digamos que buscas algo sobre astronomía, pero solo encuentras de astrología o literatura, entonces se limita la nueva lectura o no se realiza.
- Maestro que inhiben la lectura: aunque no lo crea, hay docentes que ayudan a que la gente no lea, ya sea imponiendo extrañas lecturas, porque ignora los beneficios de la lectura, o porque sus prejuicios transmitidos a sus estudiantes estorban para promover dicha práctica.
- Porque ya leyó suficiente: es raro, pero sí, hay quien opina que hay un límite, porque quizás leer demasiado sería perjudicial, o, cuando menos, no le beneficiaría.
- Malas experiencias: cuando en la historia del lector hay un pasado negativo y se le achaca a la lectura una constante malsana que no tiene; el lector no quiere repetir algo desagradable, claro; aunque podría intentarlo de nuevo, es difícil.
- Porque sabe mucho: uno de los más curiosos argumentos, se da en quienes saben bastante y consideran que ya no tienen necesidad de seguir aprendiendo temas o historias nuevas. Nunca falta alguien así.
- Lecturas limitadas a una fe: hay quienes solo leen libros religiosos, como la Biblia y sus exégesis, por considerar que su hábito debería limitarse a ello, ya sea por costumbre o imposición; es una idea limitante, pero comprensible, pues no desean relacionarse con ideas mundanas.
- Compran pero no leen: los que consumen libros como productos, pero no ejercen su derecho a leerlos; aquí tenemos un fenómeno paradójico: la compra fomenta el mercado, pero no necesariamente la lectura.
¿Y tú lee o no lees? ¿Por qué? Gracias.
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