Tiene tres hijas, pero convive poco con ellas.
“No era mi pasión la manejada, pero por necesidad tuve que aprender y aquí sigo”, relató Ismael Cantú Díaz, cuya trayectoria al volante es de 16 años.
Comentó que soñaba con ser profesionista, sin embargo, por falta de recursos económicos en su familia, con mucho esfuerzo logró terminar sus estudios de nivel básico.
Ismael empezó a trabajar cuando apenas tenía 13 años de edad como canastero en el mercado “Adolfo López Mateos”, y en temporada de Día de Muertos se encargaba de limpiar las tumbas para poder ayudar a su mamá con los gastos de la casa.
“Tuve un padre alcohólico y él se preocupaba por su vicio y no aportaba dinero. Somos dos hijos y sólo llegamos a la secundaria porque mi mamá ya no pudo darnos estudios, aunque sí quería tener una profesión, pero no se pudo”, recordó.
Al cumplir la mayoría de edad, refirió, tramitó su licencia de conducir y buscó trabajo como operador del transporte público.
Aunque reconoce que no es a lo que se quería dedicar, dijo que gracias a este oficio ha logrado solventar los gastos de su casa.
Sin embargo, lamentó que por lo demandante que es esta actividad se le complica convivir con sus hijas, quienes viven con su mamá.
“Este trabajo es desgastante porque empiezas temprano y acabas tarde, y son pocas horas que duermes. Para mí ha sido difícil la vida porque tuve una infancia muy difícil y mis hijas no viven conmigo”, lamentó.