El ritmo y la danza han sido de suma importancia en la vida espiritual y religiosa de diversas etnias alrededor del mundo. La necesidad de escuchar al propio corazón en su pulso se convirtió en el primer vestigio percusivo del devenir histórico general.
Los “concheros” son danzantes ritualistas descendientes de los mexicas del centro de México que han sobrevivido a pesar del intento colonial de terminar con sus “sonidos paganos”, como lo clasificaban los frailes franciscanos en el siglo XVI.
Sus instrumentos constan de semillas del árbol ayoyote o chachayote que se sujetan alrededor de los tobillos y fungen como “cascabeles” o imitación de lluvia cuando se danza al son de las percusiones.
El instrumento principal, de influencia española, es la guitarra tipo mandolina hecha a base del caparazón del armadillo, que se cree tiene un sentido escatológico superior, ya que este animal vive dentro de la Tierra y es así como obtiene sabiduría ancestral que habrá de sacralizar cada uno de los movimientos que se llevan a cabo en sus ritos de agradecimiento y petición.
La indumentaria acostumbrada por los concheros obedece a rangos sociales, donde el ixtle (fibra vegetal del maguey) tiene una consideración baja; la tilma hecha de algodón supone jerarquía mayor entre ellos; también usan tocados de plumas (copilli) de quetzal, halcón, águila o cotinga.
La danza de los “concheros” inicia con el permiso de los cuatro puntos cardinales para luego formarse en círculos concéntricos, donde el primero guía el paso y así hasta que llega al último círculo mostrando una coordinación constante.
Los danzantes “concheros” son una expresión más de sentimientos extensivos a la naturaleza de la cual se tiene origen, y que a modo de música y danza, se pretende ser escuchados por todo aquello que nos cuida y enaltece.
Jerarca.
Acceso de almas.
Mandolina conchera.