Todo el país ha sido testigo de los embates, cargados de amagos arancelarios que nos han sido dirigidos por el presidente estadounidense Donald Trump, hechos que han causado estragos en ambas economías, especialmente la mexicana.
Antes que Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos, la presidenta Claudia Sheinbaum ya comenzaba a serenar los ánimos, siendo uno de sus primeros actos enviar una carta al todavía presidente electo, haciéndole ver cómo una política arancelaria derivaría en más aranceles como respuesta, afectando enormemente el comercio entre ambos países: “a un arancel, vendrá otro en respuesta”, se leía en la misiva.
Donald Trump ha estado jugando el “juego de los aranceles” sabiendo que corre un riesgo moderado. Y es que él no tiene algo muy importante que perder, a diferencia de Sheinbaum: una alta aprobación. Actualmente los números del presidente estadounidense, de acuerdo con Morning Consult, rondan el 49%. Ya se ha notado un pequeño decrecimiento, pues cuando asumió la presidencia, su aprobación se situaba ligeramente por encima del 50%.
Los niveles en el respaldo popular son cruciales en las determinaciones del comercio internacional, más aún, tratándose de una región altamente dinámica y vinculada como lo es América del Norte; en este caso, los niveles de aprobación a la baja son proporcionales a las afectaciones económicas que comienzan a sentir algunos sectores comerciales o sociales, este último, donde se ubican las familias, que integran a los consumidores finales.
En ese sentido, si Trump, como ya ha vislumbrado esa posibilidad, dirige al país hacia una recesión, la aprobación de su electorado tal vez no varíe demasiado (considerando que esto constituye un factor que haga que él prefiera moverse en el tablero de una manera más brusca); por otro lado, si le resultan positivas sus previsiones, es muy probable que su nivel de aprobación eventualmente crezca, recibiendo el apoyo de aquella parte de la población que no lo votó.
En cambio, Sheinbaum, que desde el comienzo de su mandato ha tenido índices de aprobación altos y constantes (rondando un 69%, de acuerdo con la misma empresa de análisis), no puede permitirse movimientos imprudentes; las piezas del juego no están dispuestas para optar por un estilo agresivo; cuenta con números importantes que podría perder. Por eso, desde el principio de esta confrontación, la presidenta se ha regido con “cabeza fría” para discernir sobre lo que sigue después.
Este proceder de la mandataria nos ha parecido acertado e, incluso, buena parte de los análisis de los medios, incluyendo aquellos que no se guían con el ideario de quien preside el Ejecutivo Federal, han concluido con lo mismo. No obstante, en más de una ocasión, los ciudadanos nos hemos quedado con las ganas de saber en qué consistían los planes que la presidenta tenía preparados para hacer frente a estas tarifas, pues no nos hemos acercado tanto a esa información como el día de la asamblea informativa en el Zócalo de la Ciudad de México, donde, por cierto, Sheinbaum mostró un importante apoyo presencial, y en el que ya no pareció ser necesario dar cuenta de cómo iba México a responder a Estados Unidos, puesto que unas horas antes, Donald Trump había dado marcha atrás a los aranceles que impactaban en los costos de los automóviles que exporta México, esto, a petición de las empresas de ese sector.
Será preciso esperar hasta el 2 de abril para que el gobierno de México dé a conocer su estrategia, si de nuevo Trump no retrocede las medidas a implementar, por lo que se vuelva a aplazar la respuesta de México, situación que beneficia. Es posible que el país se vea afectado progresivamente, mientras Estados Unidos podría, o no, estarse beneficiando de las constantes medidas arancelarias.
No deberíamos acostumbrarnos a no tomar acciones, aunque al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que México no goza de las cartas necesarias para encarar con el mismo porcentaje de aranceles; por eso mismo, es sencillo deducir que, de darse a conocer el plan que México tiene, las tarifas similares no sean contempladas; por lo anterior mencionado, y teniendo presente cómo Trump ha arremetido contra países que han actuado en consecuencia, responder fuerte podría ser contraproducente.
Misael Pérez Morales
Universidad Autónoma del Estado de Morelos