La presión que ha ejercido un sector del gremio magisterial sobre la Reforma a la Ley del ISSSTE ha sido tal que la titular del Poder Ejecutivo, Claudia Sheinbaum, expresó en un primer momento que se pausaría, pero luego de sostener una reunión con la CNTE, se retiraría dicha iniciativa, algo inusual en la política mexicana. Entonces ¿qué significa este hecho político? ¿sensatez o debilidad política, falta de habilidad de negociación o espíritu democrático por parte de Sheinbaum?
El sistema político mexicano, desde sus antecedentes históricos, se ha caracterizado por la figura de un presidencialismo fuerte, donde la persona que lo encarna es el jefe con una fuerza política que raya en el autoritarismo, desde el tlatoani mexica, el virrey colonial, los emperadores (Agustín de Iturbide y Maximiliano de Habsburgo), los presidentes dictadores (Santa Anna y Díaz) y hasta los presidentes republicanos de los siglos XIX (Benito Juárez) y XX, configurándose éstos últimos en un monarca por seis años, con un poder político metaconstitucional.
Y por más que se diga en los discursos que estamos en una democracia donde el poder es del pueblo (o emana de él), lo cierto es que el poder político recae principalmente en una sola persona, en este caso, en la figura del presidente de la República.
Y no es que se aplauda la autoridad del gobierno, sino que es necesaria para que haya un orden para impulsar una nación. Recordemos los antecedentes del México del siglo XIX, donde en sus primeros 50 años de independencia había inestabilidad política, siendo una constante el levantamiento en armas de caudillos en todo el territorio nacional. Tan es así que tuvimos intervenciones militares de otras naciones e, incluso, perdimos la mitad del territorio frente Estados Unidos (ondeó su bandera en Palacio Nacional la noche del 15 de septiembre de 1847).
Pero una vez que los Liberales encabezados por Benito Juárez vencieron a los Conservadores y con ello cayó el Imperio de Maximiliano de Habsburgo, se reinstaura el sistema republicano y a partir de allí se comienzan a cimentar las estructuras de un Estado mexicano estable, y que se consolidó con Porfirio Díaz, en donde las insurrecciones cesaron, generando orden político y un crecimiento económico a tal grado que el peso mexicano estaba a la par del dólar estadounidense, sin embargo, el hermetismo político electoral y la injusticia social desembocaron en la Revolución mexicana, reconfigurándose el sistema político mexicano sustentado ahora en dos pilares: un presidencialismo fuerte y el partido oficial (PRI). Con estas dos estructuras políticas, el sistema mexicano estuvo estable logrando un crecimiento económico del 6% del PIB, surgiendo la clase media mexicana. Esta estabilidad económica permaneció hasta 1970, y a partir de allí, una serie de sucesos fueron mermando la economía del país y, por ende, al mismo régimen; y, de acuerdo con la Teoría de los Sistemas, había inputs y por ende outputs, que daban esa continuidad política al sistema mexicano con un presidencialismo aún férreo hasta el año 2000.
Durante los gobiernos del PAN hubo una apertura política, surgiendo así más actores políticos de peso, pero con el regreso del PRI a Los Pinos, volvió la fuerza del partido en el poder, pero los escándalos de corrupción y las torpezas del presidente Peña Nieto generaron una molestia en la ciudadanía para darle cabida a la frase “estaríamos mejor con ya sabes quién”. Es así como llega a la presidencia un personaje carismático para el pueblo bueno y sabio, pero también con un autoritarismo sutil y bien manejado. Teniendo la mesa puesta, López Obrador, con una gran habilidad política, supo sortear los problemas del país, y en gran medida con un discurso donde todo lo malo era culpa del neoliberalismo y de los gobiernos anteriores. Mientras tuvo la mayoría en el Congreso de la Unión implementó una serie de reformas constitucionales donde toda iniciativa que presentaba se aprobaba sin cambiarle una coma, como él mismo llegó a decir. Estábamos nuevamente en la presencia de un presidencialismo fornido y de un partido oficialista (Morena) que se estaba convirtiendo en una aplanadora electoral.
Durante su mandato, al menos cuando tenía la mayoría en el Congreso, no hubo iniciativas que pausara o echara atrás, todo se le aprobó (y lo que no, fue porque no lo quiso así) e, incluso, no hubo manifestaciones de gran magnitud por parte del gremio magisterial. Y ahora, en lo que va del segundo piso de la 4T, Sheinbaum se las ha visto duras con Trump y con el gremio de maestros. Hasta este momento, ha cedido a la presión por la inconformidad de la reforma a la Ley del ISSSTE, ¿qué hubiera hecho AMLO con su gran carisma? Seguramente lo hubiera manejado de una manera políticamente más hábil y a su estilo unilateralmente democrático: “¡son unos fifís, unos conservadores!”. Hay que recordar que el gremio de maestros no mostró este empacho con la reforma educativa de Peña Nieto, ni tampoco cuando el PAN inició con acabar con el vicio de heredar o vender plazas de docentes como una prerrogativa sindical, situación que en el caso de Morelos se vio con un paro de actividades por esta medida, pero que terminó por beneficiar a los recién egresados normalistas que ahora disfrutan de una plaza y, por ende, de estabilidad laboral, pero que como estudiantes estaban en contra porque los manipulaban los maestros de la vieja guardia que sí veían afectados sus privilegios, pero aun así, el gobierno no cedió y se instauraron los exámenes por oposición para acceder a una plaza docente.
Hoy, vemos que Claudia Sheinbaum está cediendo a la presión de un sector magisterial y mostrando que el poder de la figura presidencial está flexible, y que bajo un discurso de apertura democrática se les está escuchando a los maestros, pero ellos quieren más, no sólo que se eche atrás la iniciativa, sino el régimen actual de pensiones y también el sistema de UMA respecto de los créditos de vivienda cuyos intereses son desproporcionados y leoninos. Quizás se hubiera ahorrado esta situación si en la iniciativa en verdad hubiese habido un dialogo con los sectores involucrados y no haberse confeccionado unilateralmente en el escritorio de Batres. Ahora bien, si los maestros quieren un proyecto legislativo a su modo, está la figura de la iniciativa ciudadana, por lo que no es necesario que sea mediante la bancada de un partido político presentar un proyecto de ley (artículo 71, fracción IV de la Constitución Política).
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