Jon Magnus, jefe de corresponsales del periódico VG, cuyo edificio fue dañado en el atentado, narra su experiencia a lo largo de 30 años en escenarios de guerra en todo el mundo; comenta sobre el privilegio de haber llegado a un lugar como Noruega, en donde su pueblo es amigable, callado, pero “hoy todo ha cambiado”. El periodista se encontraba sentado en su escritorio cuando fue arrojado varios metros como consecuencia de la onda expansiva de la bomba que estalló metros abajo.
Apenas circulaba la información sobre este atroz hecho, que había cobrado varias vidas y generado daños a varios inmuebles; se llegó a decir que se habría adjudicado a un grupo desconocido llamado Ansar al Yihad al Alami (Colaboradores de la Yihad Global) como respuesta a la reciente publicación de las caricaturas de Mahoma en periódicos noruegos. El mensaje, según pudo traducir un experto antiterrorista para “The New York Times”, indica que el grupo “yihadista” ya había advertido "desde el atentado de Estocolmo" de que habría nuevos ataques, en referencia al perpetrado a mediados de diciembre de 2010 en Estocolmo, que causó la muerte de su autor. Sin embargo, la verdad sería una historia que apenas comenzaba.
Minutos después corría la noticia sobre un tiroteo en la isla Utoya, paradisiaco espacio que desde 1974 ocupan las juventudes socialdemócratas para sus encuentros de verano. Se sabría después que el mismo autor del atentado en Oslo aprovechó el desconcierto generado con la explosión, para trasladarse con toda calma en una embarcación, bajo el pretexto de informar sobre lo sucedido en la capital Oslo a todos los jóvenes; al tenerlos frente a sí, inició la masacre.
El autor se entregó y la información comenzó a divulgarse:
“El presunto responsable del atentado de Oslo y la posterior masacre en la isla noruega de Utoya, Anders Breivik, ha confesado que los crímenes fueron atroces pero necesarios", según ha señalado su abogado, Geir Lippe, en declaraciones recogidas por el canal de televisión noruego TV2. Se conoce que el autor de los atentados publicó un manifiesto de 1.500 páginas horas antes de atacar, describiendo las acciones que iba a llevar a cabo. El manifiesto viene firmado por Andrew Berwick, mientras el nombre del sospechoso detenido es Anders Behring Breivik, por lo que todavía no se ha confirmado su autoría.
El manifiesto que publicó ha sido copiado, casi en su totalidad, del que difundió en abril de 1995 el terrorista norteamericano Theodore Kaczynski, conocido como “Unabomber”.
Adrian Pracon, superviviente de la isla de Utoya, relata: "La gente caía muerta delante de mí. Corrí por el campamento hacia el área de las tiendas de campaña. Vi al hombre armado. Dos personas empezaron a hablarle y dos segundos después estaban muertas. Él llevaba un uniforme negro con bordes rojos. Parecía nazi, con el uniforme que parecía de Policía".
"Fue un ataque al paraíso de mi juventud, convertido ahora en un infierno". Ésas han sido las palabras que ha utilizado Jens Stoltenberg durante su comparecencia ante la prensa, cuando se contabilizaba en 80 el número de fallecidos en la isla, juventudes a las que perteneció el Primer Ministro.
Imposible abstraerse ante estos hechos que hoy nos invitan a reflexionar sobre el daño que entre seres humanos nos causamos. Apenas esta semana en Morelos inició el juicio en contra de un menor de edad, ubicado como el “niño sicario”, conocido como “el ponchis”, acusado de crímenes que hasta el momento, por lo menos para quien esto escribe, son inconcebibles. Este fin de semana fue dictado auto de formal prisión en contra de quienes, se presume, son autores intelectuales y materiales del múltiple homicidio en donde se encontró el cuerpo del hijo de Javier Sicilia. En el caso del joven Jethro Ramsés Sánchez Santana, hay una familia dolida no solamente por la desaparición de un familiar, sino víctima de la falta de información, complicidad y protección que se viene dando a quienes seguramente conocen sobre el destino y suerte del mecánico.
Noruega y México, Oslo y Morelos, desafortunadamente están hermanados en un dolor que no tiene justificación alguna. Son muchas muertes, mucho luto y una sinrazón que prevalece y crece.