Enrique Peña Nieto, en su discurso de despedida, planteó una reforma hacendaria, mayor participación económica del Estado, seguridad social, educación moderna, simplificación administrativa, una "revolución verde" en el campo y profundizar las relaciones con América del Norte. Nada nuevo, nada que garantice un rumbo de crecimiento para el país.
"Urge una reactivación económica y un plan estratégico para elevar la economía a largo plazo; tenemos retos del siglo XXI con una economía del siglo pasado".
Por su parte, el senador Manlio Fabio Beltrones –los tiempos le favorecen y seguramente los ha medido con cautela-- defendió la iniciativa de gobiernos de coalición y sostuvo que con un mecanismo como éste se garantizarán resultados, pues las políticas públicas que planee el Ejecutivo se aprobarían en el Congreso y no habría “más gabinetes de cuotas ni cuates, sino acuerdos transparentes”.
El proyecto lo conoce a cabalidad Peña Nieto y ése exactamente ha sido un factor de debate y reservas entre uno y otro.
“Es la nueva gobernabilidad que México necesita. Así se gobierna en las democracias contemporáneas y en la pluralidad de nuestro tiempo”.
Hoy la ciudadanía --detalla-- toca la puerta para que el gobierno y los políticos aporten soluciones y conviene seguir la ruta de la modernización del régimen presidencial emprendida con la Reforma del Estado y la Reforma Política. Si no es así –advierte--, corremos el riesgo de que quienes hoy llaman a la puerta la estén derribando mañana.
La iniciativa presentada el miércoles 14, un día antes de la conclusión de la gestión de Enrique Peña Nieto en el Estado de México, contiene las firmas de los coordinadores del PAN y PRD, José González Morfín y Carlos Navarrete.
El fondo –razona Manlio Fabio-- es que los gobiernos funcionen y dispongan de instrumentos que les permitan superar la desconfianza de los ciudadanos y responder con rapidez a sus demandas de empleo, seguridad y bienestar. Se trata de hacer funcional el régimen presidencial y disminuir la posibilidad de que las iniciativas del Ejecutivo federal sean congeladas en el Congreso o, bien, que los decretos del Congreso sean retenidos por el Ejecutivo.
Un gobierno de coalición –proyecta-- sería la alternativa para que un gobierno electo con menos del 50 por ciento de los votos –como podría darse en la justa de 2012-- construya un mayoría plural y, de manera transparente, acuerde una agenda de políticas públicas que tendrían garantizado tanto el apoyo legislativo para su aprobación en el Congreso como su instrumentación por parte de un gabinete también plural, cuyos nombramientos serían ratificados por el Senado.
Y he aquí el motivo central de la discusión entre Peña y Beltrones: “No se trata de disminuir facultades al presidente de la república sino, por el contrario, de dotarlo de instrumentos modernos y confiables para ejercer su mandato y cumplir con sus responsabilidades, en colaboración con el Congreso y con un gabinete de calidad, no con base en cuotas o cuates”.
Los tiempos de Beltrones Rivera y de Peña Nieto no son los mismos aunque ambos van encaminados a la decisión de encabezar la justa por la presidencia de la república. Entre ellos existe reconocimiento mutuo, hay diálogo y acercamiento; la cortesía ha sido un factor que ante la sociedad ha significado unidad en torno al Partido Revolucionario Institucional.
Sin embargo, los proyectos son completamente diferentes. Un México con visión a largo plazo o un país que solo daría el paso al cambio de instituto político. Una nación regida con el compromiso que obliga la pluralidad –entendida como el mandato de una ciudadanía a través de la democracia-- o encaminado en la ruta del presidencialismo que conocemos y que rechazamos por sus abusos y tropiezos.
Hay quien advierte que la mancuerna funcionaría de maravilla en lo electoral y se fortalecería en el ejercicio de gobierno. La popularidad alcanzada por el ex gobernador del Estado de México y el respeto que se le tiene al senador de la república por sus ideas de avanzada y relaciones en afán de construcción con todas las fuerzas de influencia, darían como resultado un binomio difícil de superar por otros aspirantes a la presidencia de la república.
Enrique Peña Nieto ha iniciado su carrera abierta hacia la candidatura del PRI; contará sin duda con el cobijo del Estado de México y su gobernante Eruviel Ávila, con el empuje del aparato partidista encabezado por Humberto Moreira. Manlio Fabio Beltrones Rivera continúa en esa senda apostándole a los días y meses por venir a la aprobación de esta iniciativa y al avance de una agenda legislativa que de alcanzarse, transformaría a México.