Estoy convencido que la elección del 1 de julio fue una Revolución votada: que México se volcó desde primeras horas con cierta ansiedad sobre las urnas para cambiar, sin armas y sin sangre, una realidad inaceptable de desarrollo social topado por intereses, por corrupción del espacio público y degradación de la política, por una impunidad notoria y rampante, y por una violencia delincuencial imparable derivada en mucho por esta tolerancia de la política formal y sus complicidades y por fallos estructurales del Estado Mexicano (para corregirlos o combatirlos con eficacia). Por ello, porque pudo ser peor el despertar del México bronco, esta revolución votada es de agradecerse.
No sé qué venga, pero concedo mi voto de confianza inicial a este nuevo gobierno, que estará respaldado prácticamente de manera mayoritaria por el Congreso Federal, escenario no visto desde antes de 1997. Venga ahora la reconciliación, abatamos la crispación social y la polarización política de los últimos sexenios, reconstruyamos juntos la confianza en las instituciones y fortalezcamos las que lo necesiten, y recuperemos la civilidad y la educación en valores para mejorar nuestra convivencia en comunidad: nuestro futuro común lo agradecerá.
Sin que importe si AMLO era o no mi candidato, él será mi Presidente, y contará conmigo para reconstruirnos como nación y como Estado... porque soy un demócrata.
Pero justamente porque soy un demócrata, en el plano personal y desde mi carácter de ciudadano criticaré y combatiré civilmente aquello que me parezca inadecuado, usando mis derechos y mis garantías constitucionales, y recurriendo a las instituciones cuando deba hacerlo, porque estimo que sin instituciones fuertes no hay sociedades sanas y democráticas; y coadyuvando con aquello que vea bueno para mi país, para mi comunidad y para mi familia, en ese orden.
A quienes lamentan el resultado de estas elecciones les digo que México tiene instituciones que sí funcionan, y que funcionan bien, y que NO somos Venezuela (ni ninguna otra nación), país hermano pero diferente en todos sentidos, y que podremos revisar cada tres y cada seis años cómo están funcionando las y los políticos, los partidos y nuestros mandatarios y representantes, y cambiarlos, si eso decidimos.
Les digo también que debemos solazarnos y notar que este 1 de julio México refrendó claramente que nuestra vía para el cambio y la transición democrática son las urnas y las leyes, y no la violencia ni la confrontación en las calles. Así pues, ¡vamos México! que lo que viene es, por definición dialéctica, necesariamente bueno.
Porque mi país me importa.