Así es. Ambos se encontraban “de comisión” en Acapulco, Guerrero, y Veracruz. Uno llegó a ser un político considerado en la plana mayor en los últimos días del PRI que hoy, normalmente en condiciones inconvenientes por el alcohol etílico, vive de sus glorias y de quien se las cree. El otro panista de familia desarrollada en el catecismo y las tareas católicas, un excelente niño, proyecto de mejor muchacho y con habilidades para ir de una administración a otra con la eficiencia en el área educativa, incluso parece buena persona.
Personalidades distintas: el tricolor egocéntrico, mamón, listo pero atrapado, por lo que algunos consideran gusto y la medicina enfermedad, y el azul con rasgos característicos de nuestra raza de bronce, legítimo indígena a mucha honra, que ha perdido la cabeza por el cargo perenne y le ha dado por transformarse en auténtico galán con el personal femenino de la institución. En el primero no nos sorprende porque es un sujeto que gusta que le coloquen las lámparas, cuidadosísimo en cada gesto y con ideas que parecen buenas cuando está en su juicio. Pero el otro, con un verbo casi monástico, actitudes públicas que lo acercan más a la beatificación que a la condena que cuando menos pública le vamos a hacer porque la otra, laboral y penal, es cuestión de que la parte afectada se anime. Así incluso se conocerán datos generales y personales. Ambos están en ese proceso.
Antes de entrar en detalles, tenemos que lamentar un hecho real que se da en muchas relaciones laborales donde el jefe es un semi-dios y se hace lo que su voluntad imponga así no tenga la capacidad o la razón. Es común que algunas de estas relaciones terminen con largos matrimonios o a feliz término cuando el señor o señora al frente de la empresa o dependencia no tenga compromiso marital. No se puede negar, en los gobiernos y sus tres niveles se conocen historias que de tan repetidas parecen normales. Sucede en la IP también. Un factor fundamental es cuando a una persona normal le llegue el famoso “empoderamiento”; se pierde y luego no regresa. La cosa es que cuando una relación pasa de lo laboral a lo personal entre mayores de edad, es convenida, cada cual es responsable. El tema es que en ambos casos hubo premeditación y alevosía.
1.- Con el argumento de las elecciones para gobernador hace unas semanas, el priista feliz se instaló en Acapulco “para ayudar” a su candidato “y amigo” Manuel Añorve Baños a ganar. Se la pasó en el bar de la alberca con su séquito, entre ellos una joven que le asiste. Habrán llegado al puerto horas antes y la mandó a llamar para “leerle la cartilla”. Ella estaría con él a todas horas, incluyendo las nocturnas, lo atendería y harían el papel de una pareja agraciada. La joven le dijo: “No licenciado, claro que no”. Él, con el vaso casi a terminar de ron, le conminó a que pensara su propuesta y le agregó: “Porque cualquiera le gustaría andar con el mero jefe”. La muchacha lo comentó con otros asistentes (porque este señor, desde siempre, sabe traer a mucha gente a su servicio, pagada obviamente por su “cliente en turno”). Le dijeron que era la costumbre del jefe, que si no estaba de acuerdo, era preferible que regresara a Cuernavaca. Así lo hizo y llegando aquí lo comentó a sus familiares. Uno de ellos, dicen en el entorno, le ha reclamado al fulano y lo invitó a arreglarlo “como hombres”. No se consumó el abuso y la joven se quedó sin trabajo.
2.- Una comisión de una institución de la rama educativa del gobierno de Morelos, encabezada por un personaje que camina como gente decente, habla como gente decente, trabaja como gente decente y todo mundo dice que es tan decente que actúa más como clérigo que cualquier otra cosa, ordena a sus segundos que en el grupo acuda una joven agraciada, que la van a necesitar durante su estadía para “funciones institucionales”. Llegan un viernes al Puerto de Veracruz, se instalan en un hotel de buen nivel y comienza a dar órdenes. A ella la mandan a traer a una mesa del bar, pide a sus ayudantes que lo dejen a solas y le lee la cartilla. “Estos días vas a ser mi pareja en todo, como si estuviéramos de Luna de Miel. Te voy a tratar como mi mujer y vas a ver que bien vamos a estar”. Ella se puso nerviosa y pensó que era una broma de su jefe, del que tenía el mismo concepto que la mayoría, que era una persona “muy decente”. Cuando notó que era en serio, se negó. Le dijo que tenía su novio y pensaba casarse con todas las leyes. “No importa. Te casas y ya. Mientras, aquí nos divertimos. Vas a tener mejores condiciones de trabajo; yo me encargo. Por eso soy el director”. Repitió la joven su negativa y él le dijo: “Bueno, tienes poco tiempo para decidirte. Yo voy a estar ahí”. Regresó a Morelos esa misma noche, consiguiendo incluso dinero con gente del “staff” del jefe decente. El lunes siguiente acudió a su trabajo de manera normal. Le dijeron que había sido transferida a otra área, que no la necesitaban ahí. Y la mandaron lejos. Cuando nos lo platicaba, dudamos porque a un servidor el funcionario también le parecía gente decente.
Pareciera novela barata, pero es una realidad que se hará mayor si las jóvenes deciden acudir a los tribunales.