No podemos resolver problemas
usando el mismo tipo de pensamiento
que cuando los creamos.
-Albert Einstein-
En el caso de los conflictos en la sociedad, hay muchas razones qué evaluar para que éstos se den. Se dice que un conflicto social es un proceso en el que ciertos sectores de la sociedad, el estado o las empresas perciben que sus intereses, valores y necesidades son contradictorios. Puede no ser armado pero, en definitiva, puede ser violento. Este tipo de conflictos no necesariamente buscan destruir el gobierno pero sí cuestionan su funcionamiento.
Todos los conflictos sociales revelan un malestar, una situación de descontento entre los diferentes actores. Algo ya no está funcionando o no funcionaba y una de las partes se hartó. Lo que se tiene que hacer es verlos, asumirlos como oportunidad para comprender realidades que se manifiestan y resolverlos de la mejor manera antes de que sea demasiado tarde. Y para esto no hay mejor arma que la democracia. Ya no estamos en tiempos de autoritarismo. Actualmente nos podemos basar en las herramientas que nos da la democracia porque de por medio están los derechos, el desarrollo sustentable, el desarrollo, la cultura de la paz y el buen vivir.
Los conflictos sociales han existido en todas las culturas y en todos los tiempos. Si observamos cuidadosamente, los más sobresalientes de nuestra época son: las luchas estudiantiles, el cuestionamiento de las guerras, la lucha de las mujeres y de los negros por la igualdad de derechos, el reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual. Los teóricos en el tema del conflicto afirman que para entender plenamente la sociedad se deben analizar los procesos de conflictos, desorden, desacuerdos y de hostilidad entre los diferentes grupos sociales.
La famosa frase “ojo por ojo y diente por diente” corresponde a bárbaros. Pertenece a un mundo lejano, incivilizado. A gente violenta que sólo piensa en la venganza o en la supremacía por medio de la violencia. En el conflicto entre el gobierno colombiano y las FARC (guerrilla), después de muchos años de conflicto interno, actos terroristas y muertes, afortunadamente se llegó a un acuerdo. Pero para llegar a tal acuerdo se tuvo que echar mano de terceros en el conflicto: mediadores internacionales. Venezuela y Chile fueron países acompañantes. Cuba y Noruega fueron países garantes.
Cuba por ser sede de los acercamientos y Noruega por su experiencia en negociaciones de paz.
Con esto observamos que para que exista la cultura de la paz y el buen vivir se requiere de un nuevo paradigma en la solución de conflictos. Es igual para conflictos entre personas, conflictos sociales o conflictos entre países. Ya no pueden existir soluciones en las que sólo una de las partes sea la “ganadora” y la otra sea la “perdedora”. Tenemos que entender que en un conflicto no puede existir una sola de las partes que tenga razón. Las dos partes, desde su óptica tienen razón en lo que manifiestan como conflicto.
Me tengo que poner en los zapatos del otro para entenderlo. Y como es muy difícil hacerlo, por eso se necesita de un tercero. Pero ese tercero no necesariamente tiene que ser un juez que determine de manera fría, con ayuda de argumentos legales, quién gana y quién pierde. Tampoco un conciliador que ponga sobre la mesa las alternativas y que se incline hacia un lado o hacia el otro. Se necesita, en este nuevo paradigma social de ganar-ganar, un mediador. Ese tercero imparcial y neutral que tiene como función facilitar la comunicación entre las partes en conflicto y que conduce un proceso en el cual las mismas partes en conflicto son dueñas del mismo y que deciden qué alternativas ofrecen como probable solución y al final ellas mismas, de manera amigable, voluntaria y pacífica, deciden qué hacer terminando el conflicto de la mejor manera posible.
El mediador es pieza fundamental en esta nueva cultura de la paz para el buen vivir. Y para lograr estas últimas es necesaria la justicia social. Ya lo dijo Sri Sri Ravi Shankar como mediador entre el gobierno colombiano y la guerrilla, al ser cuestionado sobre si podría existir la espiritualidad sin justicia social. Su respuesta fue: La justicia social es el primer paso de la espiritualidad.