De nueva cuenta, agradezco a quienes me mandaron mensajes de whatsapp o a mi correo electrónico comentando el artículo de la semana pasada, y que continuamos en esta entrega. Y de todas ellas, me gustaría transcribir una de un gran amigo de hace muchos años. Gracias, Santiago. Entre cosas, me dijo que el artículo… “me recuerda a mi madre que hoy cumple 20 años que falleció y a pesar de sus adversidades siempre fue una mujer llena de paz, felicidad, entusiasmo y siempre en las adversidades reía y trasmitía amor, motivación, fe y espiritualidad. Aún en su desenlace nos trasmitió confianza y paz porque sabía a dónde iba, a tal grado, que su última noche me pidió que la entregara a Dios porque estaba cansada y que su momento ya había llegado.”
Sabemos que a todos nos llegará la hora algún día. Y a partir de allí, no seremos más que un recuerdo bueno o desagradable. Pero qué maravilloso es que puedas dejar recuerdos hermosos y edificantes a quienes vienen detrás de ti.
Cuando nacemos, llegamos a un mundo que no sabemos cómo es. Algunos nacemos en cuna humilde y otros en cunas llenas de riqueza. O como decíamos antes: en pañales de seda. Eso, por una parte, determina parte de nuestra vida. Cómo nos tratan es fundamental, principalmente nuestros padres. Cuánto nos aman, cuánto nos procuran, cuánto nos miman, cuánto y cómo nos protegen. Todo ello influirá para que una persona comience a construirse. O a destruirse.
Es justo en este punto que nuestras narrativas, las historias que creamos y enfatizamos, que nos convencen qué somos, comienzan a actuar. Y como lo mencioné en mi artículo anterior, esas historias que nos han formado, pueden construirnos, deconstruirnos o destruirnos. Y, por tanto, cuando se da un conflicto, esas narrativas podrán hacer más difícil la coincidencia en la resolución del mismo.
Igualmente, como lo mencioné en mi artículo anterior, estas narrativas también se dan en las culturas y sociedades. Nos hemos venido contando historias diversas que nos unen o nos separan como sociedades. Y como muestra, un botón encontrado en la página 20 del libro “hablando de violencia” de Sara Cobb, obra que me parece excepcional en el tema: después de los atentados del 11/9, el gobierno de Estados Unidos comenzó a generar un relato acerca de “por qué nos odian”: la causa del odio es su miedo a nuestra libertad y la envidia a nuestra riqueza. Y siguiendo el mismo tono del gobierno, los medios de comunicación presentaron un relato en el que Estados Unidos era una víctima excepcional. De tal suerte que esto contribuyó a la aceptación del pueblo de ese país para justificar la guerra y ocupación de Afganistán y de Irak.
Y para entender el concepto de narrativa, J. Bruner dice que nuestro mundo social está compuesto por narrativas, que la mente misma tiene una naturaleza narrativa. Así, entendemos el mundo como “narrativo”. La experiencia está estructurada mediante la creación de una secuencia de eventos vinculados a través de una lógica de acción, que llena eventos con personajes y los va insertando dentro de un marco moral, para lograr no sólo que sus acciones sean sensatas, sino también para que la finalidad de la narrativa sea clara. O como dice K. Gergen, somos las narrativas que contamos. Y en mi opinión son justificantes de nuestros actos. De nuestro comportamiento.
Y todo esto empeora en nuestros tiempos actuales con las llamadas fake news o noticias falsas. Esto hace más grave nuestra ya de por sí débil voluntad. No pensamos o no queremos pensar. Sólo nos dejamos llevar por lo que dicen los demás o lo que dicen los medios.
Pensemos por nosotros, construyámonos a nosotros mismos de manera individual para no engañarnos ni que nos engañen. Todo empieza por mí mismo. Mi propia historia. Pregúntate cuál es tu narrativa. Si en algún tiempo de tu vida hubo situaciones negativas y traumáticas, lucha contra ellas y véncelas para bien. Sé resiliente.
Y a nivel social, observa como usan las narrativas los grupos de poder para convencerte de cosas que no son verdad, pero que las manejan para manipularte y convencerte. Esos son los verdaderos sofismas contra los que tenemos que luchar para lograr ser una mejor persona y, por tanto, en conjunto, lograr una mejor sociedad.