“La paz no puede lograrse a través
de la violencia, sólo puede lograrse
mediante la comprensión.”
Ralph Waldo Emerson
Esta mañana de domingo, mientras esto escribo -es decir, ayer para ustedes- recibí un mensaje de un gran amigo, artista de la magia de Guatemala, César, en el que hacía comentarios sobre la violencia en su país por razones políticas, agregándole a esta situación las consecuencias severas que ha ocasionado la pandemia que nos tocó. No es posible que quienes se tienen que ocupar de las políticas públicas para que la población se sienta con confianza, sean las que menos orden tengan y que contribuyan más al desastre que tenemos encima.
Al reflexionar sobre este mensaje, no puedo más que sentir vergüenza porque eso también lo estamos viviendo nosotros. Debemos mantenernos solidarios, unidos ante esta situación terrible por la que estamos atravesando. Hagamos a un lado los intereses personales y trabajemos por los intereses comunes.
No sólo el tiempo se ha detenido en el mundo. El trabajo se ha detenido, los ingresos no llegan.
He confirmado cómo muchas personas están vendiendo todo, hasta sus enseres de trabajo, para poder hacer frente a sus necesidades económicas. Y como siempre digo: hay que insistir, persistir, resistir y no desistir.
Y disculpen que insista, pero tenemos que trabajar en la implementación de la cultura de la paz de manera inmediata. Primero, para reconciliarnos y curar las heridas. Y después, para comenzar una nueva era en la que los elementos para lograr la paz se consoliden y vivamos de una mejor manera en sociedad.
Al mismo tiempo, hago énfasis en la definición de la palabra “paz”. Comúnmente relacionamos la paz sólo desde un punto de vista. Y, de hecho, hasta la Real Academia de la Lengua la define así: “Situación y relación mutua de quienes no están en guerra, pública tranquilidad y quietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia; tratado o convenio que se concuerda entre los gobernantes para poner fin a una guerra; etc.
La paz no es solamente la ausencia de guerra o conflicto. Hay otras definiciones que debemos tomar en cuenta para que la paz exista.
el Instituto para la Economía y la Paz nos dice que la paz tiene dos dimensiones: la paz negativa y la paz positiva. Nos dice que la paz negativa es la ausencia de violencia o el miedo a la violencia. Es como la definición que establece la RAE. La paz positiva, sin embargo, establece, son las actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen sociedades pacíficas. Y existen, según esta institución, ocho factores, llamados pilares, que no sólo sostienen la paz, sino que respaldan un entorno en el que el potencial humano florece, y éstos son: el buen funcionamiento de gobierno, la distribución equitativa de recursos, el libre flujo de información, el ambiente empresarial sólido, altos niveles de capital humano, aceptación de los derechos de los demás, bajos niveles de corrupción y la buena relación con los vecinos. Todos estos conceptos se asemejan a los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible de la UNESCO. (Ver artículo anterior).
Pero mientras esto sucede, todos los gobiernos tienen que apoyar a sus ciudadanos. Y no hablo de apoyos económicos, que también son necesarios, sino de políticas públicas para sentir que, a pesar de la pandemia, hay amor, empatía y solidaridad entre nosotros. Y si los gobiernos no lo hacen, tenemos que solidarizarnos como comunidad. Todos, hombres y mujeres, jóvenes y niños, la estamos pasando muy mal. La violencia está creciendo a pasos agigantados. Cada vez hay más robos, pero esta vez, aunque no es justificación, la causa de muchos de ellos es el hambre. Cada vez hay más violencia. Pero no debemos buscar la paz ejerciendo más violencia.
La incertidumbre y el miedo se están posando en el ambiente y en el corazón de muchas personas.
No dejemos que el miedo invada nuestros espíritus. Es verdad que mucha gente está muriendo a causa de la pandemia. Sin embargo, muchas otras personas se están dejando morir. Esto me recuerda la historia de la peste y el campesino.
Se cuenta que un día iba de salida del pueblo un campesino a labrar su tierra y a cuidar su ganado, cuando en los límites del pueblo se encontró a la peste que llegaba al pueblo. “¿Otra vez tú?” dijo el campesino. “Así es. Sabes que siempre voy y vengo. Pero nadie sabe cuándo”. “¿Y ahora cuánta gente te vas a llevar?”. Reviró el campesino. “Esta vez me llevaré quinientas personas”. Contestó la peste. Pasaron varios días, y cuando el campesino iba entrando al pueblo, la peste venía saliendo. El campesino, enojado, arremete contra la peste y le grita: “¡Eres una mentirosa! ¡Dijiste que venías por quinientas personas, y escuché rumores que te llevas mil quinientas!” “Sí. Es verdad. Contestó la peste”. “Yo sólo vine por quinientas. Los otros mil se murieron de miedo”.
César, mi amigo de Guatemala, termina su mensaje diciendo: Aún atrapados en nuestra pequeña jaula, seguimos levantando el ánimo para seguir cantando, pensando que mañana será mejor que hoy. Estoy seguro que vendrán tiempos mejores.
Amigo mío: gracias por tu mensaje. Me das fuerza. Sigamos cantando y trabajando con esperanza esperando un futuro mejor. Insistir, persistir, resistir y no desistir.