La semana pasada cayó una tormenta de nieve en el noreste de los Estados Unidos y todo el mundo estuvo preocupado. Se supone que iba a ser una tormenta de invierno como nunca antes vista; esperaban interrupciones graves de los servicios básicos, cerraron escuelas y se pusieron a esperar. A fin de cuentas la tormenta, aunque seria, no fue tan seria y la vida regresó a la normalidad invernal de manera rápida. Observábamos con interés desde el calor de nuestro clima morelense, desde nuestros jardines que siempre están verdes y llenos de plantas y árboles que florean, desde el corazón de nuestras familias. Claro, para aquellas familias locales que tienen parientes en Boston o Nueva York el nivel de preocupación fue más alto, al menos por un tiempo corto.
Si tenemos qué comer, si el agua sale de la llave, si se prenden nuestros equipos eléctricos al accionar un interruptor, si tenemos casa y si tenemos trabajo, entonces sí podemos decir que somos felices. En 2010 la comida mexicana fue declarada patrimonio cultural de la humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Los ingredientes clave de nuestra comida son el maíz, el chile y el fríjol y son alimentos que nunca deberían ser alterados. Comerlos nos da mucho gusto e imaginar una vida sin ellos no sería posible. La comida, sin duda alguna, es fuente de mucha felicidad: no importa si se trata de algo sencillo o de un guisado complicado, se trata de alimentos que contribuyen a nuestro estado de bienestar y nos mantienen vivos.
Suponiendo que tuviéramos todo lo que mencioné arriba, entonces nuestra felicidad estaría garantizada. Si yo viviera en una burbuja, lejos de cualquier noticia mala, sería más que cierto. Sin embargo, en lo personal, no es suficiente para mí sentirme feliz si veo lo que está provocando el cambio climático, si observo a personas que maltratan un perro, si veo toda la basura en la calle, si me entero de una tormenta tremenda como la de Estados Unidos o los huracanes destructores que azotan nuestras costas, o los incendios forestales, o la tala ilegal de árboles, entre muchas otras cosas. Tal vez le pido demasiado a la vida, pero no puedo decir que soy feliz sólo por la comida, la naturaleza, la luz eléctrica y mi familia. Yo pido más. Pido más respeto entre las personas, pido honestidad, un fin a la violencia doméstica, la prohibición del fracking… Pido educación básica de buena calidad para todos, pido mayor inversión en energías renovables, pido paz y tranquilidad.
Bill y Melinda Gates, de la Fundación Gates, están ofreciendo consejos a los jóvenes que quieren impactar de manera positiva sus vidas, sus comunidades, sus países, el mundo. Bill Gates, cuya fortuna proviene de la famosa empresa Microsoft, es un gran filántropo junto con su esposa Melinda. Ellos trabajan para promover buenos niveles de educación y de servicios sociales para mejorar el estilo de vida de muchas personas alrededor del mundo. Para esta pareja servir es la base de todo: poder servir a otros es lo que les motiva y de allí nacen su satisfacción, su felicidad y su gozo. Su reporte para el año 2015 es inspirador (www.gatesfoundation.org). Está lleno de felicidad, por todo lo que han logrado. Hablan de los avances significativos que están suscitando, como la erradicación de enfermedades peligrosas, el cultivo de alimentos básicos, la productividad agrícola, la educación financiera, el uso de la computadora en la educación para facilitar el aprendizaje, así como un sentido de responsabilidad no sólo hacia la comunidad local sino hacia el mundo entero. Sus palabras son inspiradoras para los jóvenes y para todos nosotros, de cualquier edad que seamos. Nunca es tarde para aprender a servir.
Por eso te pido examinar las razones por las que dices ser feliz. Todos queremos ser felices, pero yo diría que sólo a través del trabajo comunitario y colaborativo, la educación, la honestidad, el respeto por nuestros hermanos y el gusto por servir, podremos decir realmente que somos felices.