Con sobrada razón, quienes viven cerca o encima del poliducto que Pemex utiliza para transportar combustible a Cuernavaca temen ser víctimas de una tragedia.
Los inconformes reclaman a la empresa petrolera cerrar esa infraestructura y utilizar camiones cisternas (pipas) para traer el combustible, lo que demuestra su ignorancia sobre el tema y evade además el punto medular del asunto: el ducto se colocó en sitios despoblados y con suficientes señales de advertencia para que nadie excavara (mucho menos construyera) en esas zonas.
Décadas después se exige seguridad e incluso que esa valiosa infraestructura sea cancelada, pero nada se dice de lo irresponsable de levantar viviendas en ese trazo.
Por supuesto, las autoridades locales de la época fueron cómplices por acción u omisión.
Pero esa es la realidad: el ducto llegó primero y quienes construyeron en su entorno violaron la ley y pusieron en peligro su vida y sus bienes, algo de lo que hoy por fin han tomado conciencia, aunque no del primer punto.