Demasiado se ha hablado ya de las personas que habitan en zonas de riesgo y se niegan a reubicarse, aún en situaciones de peligro extremo.
El simple paso del tiempo ha hecho que se repita el escenario, con el agravante de que el sismo modificó las condiciones del entorno y aumento las posibilidades de que ocurran deslaves o desprendimientos de grandes rocas.
Existen refugios temporales a los que la gente no acude excepto que realmente ocurra un percance, pero la resistencia a trasladarse a zonas seguras no se entiende cuando lo que está en juego es la vida humana.
Sobre todo, cuando ese tipo de actitudes alcanza a menores de edad que son ajenas a las decisiones de los adultos que los mantienen en peligro.
Quienes fueron víctimas del sismo de septiembre saben que sobrevivir es la prioridad.