En el resto del mundo, el llamado “movimiento antivacunas”, basado en la ignorancia y la superstición, ha provocado inmensos daños a la salud colectiva, con brotes de enfermedades que habían sido erradicadas y que hoy vuelven a flagelar a los países desarrollados.
Por eso, la sociedad morelense debe ignorar los interesados llamados a evitar la vacunación de los infantes.
Las vacunas –todas las vacunas- han sido ampliamente probadas en su eficacia y sus reacciones, por lo que no revisten ningún riesgo.
En cambio, dejar de utilizar vacunas sí es un grave peligro, pues las personas sin vacunar quedan expuestas a graves enfermedades, algunas de ellas mortales.
Tal es el caso de la vacuna contra el virus del papiloma humano, precursor del cáncer femenino más común.
Impedir que las niñas reciban la vacuna es condenarlas al riesgo de padecer esa grave y mortal enfermedad. Ningún padre que ame a sus hijos puede cerrarse a los avances en materia de salud.
Quienes promueven el movimiento antivacunas tienen una grave responsabilidad a sus espaldas, por el daño que provocarán.