La presidenta del Sistema Estatal Anticorrupción (SEA) en Morelos, Penélope Picazo Hernández, ha dicho ayer que esa estructura aún no funciona en su totalidad porque algunos de sus integrantes no asisten a las sesiones.
Resulta irónico que eso ocurra en un instrumento tan delicado como el que está destinado a luchar contra la corrupción gubernamental pero no puede sobreponerse a las conductas personales de sus integrantes, que a su vez podrían caer en los ilícitos que debe combatir.
La ciudadanía seguramente es ajena a la existencia de ese sistema fallido, pero quienes tienen interés en que funcione aún no entienden porque se ha permitido que el tiempo pase y Morelos siga siendo omiso en ese renglón tan estratégico.
Y por supuesto que resulta obvio que esas conductas omisas y aparentemente inexplicables solo han favorecido a quienes desde sus cargos públicos se aprovecharon de miles de millones de pesos -desde el exgobernador hacia bajo- a quienes beneficia enormemente que el tiempo transcurra y avance hacia la prescripción de los delitos que se les imputan o que se presume cometieron.