El transporte público en Morelos nunca ha estado a la altura de las expectativas de los usuarios y no había muchas posibilidades de que en la emergencia sanitaria las cosas mejoraran. Las altas tasas de rentabilidad a las que los concesionarios se han acostumbrado provocó que la disminución de la movilidad les afectara de manera importante, lo que ha hecho que la calidad del servicio -y la seguridad sanitaria dentro de las unidades- esté siempre en entredicho.
La falta de pasaje obliga a los choferes a aceptar a aquellos usuarios que no portan cubrebocas, lo que pone en riesgo al resto de los usuarios, que en las horas pico además deben sufrir de aglomeraciones por la falta de unidades en circulación.
El problema es grave lo mismo para ese gremio que para los usuarios, pero todo lo que ocurre actualmente debe ser la base para replantear la forma en que se presta el servicio y las características de las concesiones, a fin de adecuarlo a lo que realmente se necesita. Soñar no cuesta.