El hecho de que las campañas políticas tanto del PRD como del PAN estaban orientadas hacia una crítica al desempeño de los gobiernos priistas de hace algunos años que muchos de estos electores no conocieron y que las campañas se basaron precisamente en enfatizar los defectos que tuvo el PRI en el pasado, vino a serle extraño a la elección ya que los votantes no veían en la misma dirección que se había enfocado la campaña política.
Vimos en el proceso que también tenía mucho que ver el pasado reciente. Las elecciones, como se ha dicho muchas veces, las decide el gobierno anterior. En este caso, en el Estado de México el gobierno ha sido realmente exitoso, ha hecho mucha obra pública y eso es algo que para muchos es convincente. Se dice que el político actual vende cemento. Que son las obras públicas, especialmente las muy grandes, las que tienen el poder de convencer a parte del electorado. Los dineros públicos que se pierden en una creciente y muy corrupta burocracia, ven como punto de salvación la obra pública, hospitales, carreteras, pasos a desnivel, en fin lo que se ve. La cultura del cemento se ha apoderado de la visión política que trata de conservar a un electorado convenciéndolo de que sus recursos vía impuestos están siendo aplicados directamente en obras que tienen el valor de ser vistas.
Esto empezó hace muchos años cuando crecía la burocracia y empezaron a aparecer obras magníficas, la Ciudad Universitaria, hospitales del Seguro Social; inclusive, en esa época el presidente Miguel Alemán hizo el Monumento a la Madre, que también era vistoso, y empezó a haber chistes relativos a ese tipo de obras, que decían que el Monumento a la Madre era mucha piedra y poca madre.
A medida que ha pasado el tiempo y que el gobierno quiere mostrar cosas visibles, empezamos a ver todos los gobernadores haciendo obra pública, tratando de mostrar que el dinero de los ciudadanos se invierte en obras de valor social. Lo mismo pasó con algunos aspectos sociales, la ayuda a la tercera edad, hospitales, universidades, en fin todo aquello que muestra el interés del gobernante por mejorar tanto la vialidad y el aspecto de una ciudad como también los aspectos sociales de vivienda, salud y otros satisfactores.
Pero hay que ver también una lección negativa: en esta elección sólo fue a votar el 43% de los electores empadronados. Esto muestra un alejamiento del proceso electoral de una democracia que es imperfecta y que los electores sienten que aprobar con su voto la acción de los gobernantes es realmente ficticio. En muchos países al no llegar al 50% del voto empadronado se declara nula la elección. En nuestro caso, el elegir es un derecho, no es una obligación. Por lo tanto, mide precisamente el desacuerdo de los ciudadanos que no van a votar con las opciones presentadas. Y esto tiene mucho que ver con el monopolio partidista, en el que nadie puede ser candidato si no es a través de un partido político. Ya hubo un intento, de Jorge Castañeda, de buscar en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una apertura a las candidaturas independientes.
Se ve muy claramente como en la imaginación popular existen personajes no partidistas que pudieran ser candidatos atractivos para la población. En este caso, se encuentra el ex rector Dr. Juan Ramón de la Fuente que aparece como el caballo negro en muchas visiones de futuro. El monopolio partidista que ha hecho de nuestra sociedad una democracia imperfecta empieza a golpear duramente a los procesos electorales. Por un lado, un IFE controlado por los partidos; por otro lado, las candidaturas controladas también por los partidos empiezan a molestar a la ciudadanía y eso se vio con el bajo porcentaje de votantes en la elección del Estado de México.
Es claro que el triunfo del candidato del PRI lo estén magnificando precisamente el PRI y el gobernador Peña Nieto que tiene aspiraciones presidenciales dentro de la estructura priista. Pero esto no deja de ser un triunfo pírrico: por un lado, el triunfo inapelable del PRI, pero por otro lado la baja asistencia que le resta legitimidad a esta elección.